Rafael G. Julio Quiroga
Luego de vivir y transcurrir distintas formas de gobierno desde la democracia griega, la romana, la de los gobiernos teocráticos y las monarquías; fue Montesquieu que dividió al Gobierno o Estado en tres órganos, que en el mundo moderno en su mayoría lo practican. Así: el Órgano Legislativo tiene como deber el de hacer leyes. El Órgano Judicial tiene como deber administrar la justicia, y el Órgano Ejecutivo, el principal, que se encarga de ejecutar las leyes que elaboró el Órgano Legislativo y conservar el orden y seguridad de su pueblo. Pero la innovación y éxito de esta forma de gobierno está en la independencia de estos tres órganos, cada uno cumpliendo exclusivamente su función.
La diferencia con otras formas de gobierno es grande, como con los gobiernos teocráticos, en los que el que gobernaba era por designación divina, dispuesta por el supremo Dios; los gobiernos conformados por castas, como en la India; el que nacía dentro de una de esas castas era para siempre y jamás llegaría a escalar a una casta superior; y finalmente la forma de gobierno monárquica en la que los tres órganos o poderes del Estado estaban bajo el mando del monarca o rey, el mismo que estaba facultado a dictar leyes, ejecutarlas y administrar la justicia. El mejor ejemplo fue Luis XIV de Francia que impuso la célebre frase: “El Estado soy yo”.
Estas formas de gobierno de alguna forma se repitieron, desde luego con otro nombre o nombres, denominándolos ahora como gobiernos, dictatoriales, totalitarios, autocráticos; con ejemplos del pasado como la de Rafael Trujillo en la República Dominicana, Salazar en Portugal, Musolini, Hitler, Stalin y Castro en América. Posteriormente, los gobiernos militares durante la llamada “guerra fría”; pero la Segunda Guerra Mundial, el fin de la Guerra fría, la Perestroika de la Unión Soviética han hecho que sean superadas estas formas de gobierno, pertenecientes al siglo pasado.
Modernamente, en la mayoría de los países se elige a los gobernantes mediante elecciones libres; pero en algunos países estas democracias se están transformando en dictaduras, a través de gobiernos populistas, algunos de ellos bajo el rótulo de “Socialismo del Siglo XXI”. Estos gobernantes capturan a las masas y capturan también a los tres órganos del Estado imponiendo el lema: “Con el Estado o contra el Estado”. El Gobierno central o ejecutivo elabora las leyes de toda índole y clase, en forma numerosa, de tal manera que causan inseguridad en el gobernado y con tantas leyes van también reduciendo el libre accionar del ciudadano. Las leyes redactadas por el poder central, las mandan al Órgano Legislativo y ellas son aprobadas sin cambio ni discusión alguna.
De la misma forma, el Órgano Judicial es sometido totalmente al Poder Ejecutivo, tiene dos funciones: declarar como legales todos los actos del Ejecutivo en su accionar, mediante los decretos supremos, sean éstos constitucionales o inconstitucionales; y la otra función es enjuiciar a todos los opositores al Gobierno, disponiendo su prisión o encarcelamiento.
La captura de todos los órganos de Estado les permite perpetuarse en el poder, para ello cambian la Constitución Política del Estado a su conveniencia y las veces que se les antoja; los ejemplos en la América están en Nicaragua, Venezuela, Ecuador y nuestro país. Como ya se dijo, el éxito está en apoderarse de los tres poderes de Estado, la pérdida de uno de ellos puede provocar su caída. El hecho más actual está en Venezuela, por cuya elección para renovar el Legislativo, este órgano cayó en manos de la oposición. Pero el gobernante utilizó al Órgano Judicial totalmente a su disposición y este Tribunal Constitucional Bolivariano determinó suspender al Órgano Legislativo; a la fecha se encuentran llamando a una Constituyente inconstitucional.
En nuestro país, en diciembre mediante voto popular se debe renovar al Órgano Judicial, actualmente en las manos del poder central. Mediante este órgano liquidaron a todos los políticos del pasado, huyendo del país la mayoría de éstos; a la oposición actual la tienen acorralada y enmudecida, a través de un diluvio de juicios en contra de ellos, innegablemente con mucho éxito.
En la eventualidad de que en las venideras elecciones para los magistrados, este Órgano Judicial pasara a manos de los opositores, a la postre el Gobierno correría la misma suerte que en Venezuela, perdería el más importante de los órganos. En esa situación, cuando el Gobierno dicte decretos y/o resoluciones a su capricho, este nuevo “Tribunal Constitucional Plurinacional” a petición de parte los podría declarar inconstitucionales; de la misma manera las numerosas leyes para todo, también podrían algunas ser declaradas inconstitucionales; y la interpretación de los artículos de la Constitución Política del Estado, con un Tribunal independiente sería correcta y no a gusto del poder central. Y lo fundamental, ya no podrían acorralar, silenciar y/o encarcelar a los opositores, con juicios muchos de ellos inventados, como el de enjuiciar por no darle la mano al Presidente; y aún más, saldrían a la luz muchos actos de corrupción.
Ahora bien, haciendo el análisis más inocente, resulta muy difícil creer que un Gobierno que disfruta de los tres órganos del Estado, pierda uno de ellos, más aun tratándose del Órgano Judicial, que viene a ser el brazo más fuerte que acalla a la oposición, entierra sus actos ilegales y todo sin disparar ni una bala.
El autor es abogado.
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