El cambio climático, en casos que están siendo extremos, tiende a producir la migración forzada o sea la búsqueda de lugares geográficos que sean más benignos, tanto para proteger la vida misma como para no confrontar dificultades económicas y riesgos para la salud familiar.
Este es un proceso que no se registró en tales magnitudes en el pasado, por lo que será necesario que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estudie las formas de atenuarlo y mejor de resolverlo, ante las perspectivas adversas que pueden presentarse para las nuevas y futuras generaciones.
En una conferencia internacional efectuada recientemente en Cochabamba, aunque politizada, en un resumen sobre tales efectos concluyó que “la degradación” medioambiental y el cambio climático están alcanzando, al presente, “niveles críticos”.
Desde este punto de vista, consideró que una de las principales consecuencias es la migración interna e internacional. Aunque advirtió que las proyecciones datan de 1995, en ese año existían alrededor de 25 millones de migrantes climáticos, y al presente se estima que ascenderían a 50 millones.
Sobre esta base, las proyecciones para el año 2050 serían de 200 a 1.000 millones de personas que serán desplazadas por situaciones derivadas del cambio climático. El efecto se traduciría en que cada vez habría mayor escasez de suministros regulares de alimentos y agua.
A la vez, aumentaría la frecuencia y gravedad de las inundaciones y tormentas, todo lo cual alimentaría nuevamente el círculo perverso en que las/os migrantes climáticos se encontrarían más desprotegidos que en la actualidad.
Ante estas eventualidades, la Conferencia formuló estas dos primeras propuestas:
“1.- Exigir que los convenios internacionales, tanto los suscritos en el marco de la ONU –a través de protocolos complementarios o reformas alternativas– como los que se suscriba en otros espacios, como el Alba, Unasur o la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, contemplen la definición de migrantes climáticos, tanto personas como comunidades, de modo que todos los Estados del mundo contemplen los derechos de estas personas en sus definiciones y consideraciones.
2.- Diseñar políticas globales y locales frente al cambio climático que incorporen y respeten la participación de los pueblos y territorios involucrados en la defensa de sus comunidades y los derechos de la Madre Tierra”.
Al presente, a manera de complementar estas inquietudes, es necesario anotar que pueblos africanos y árabes están ya en procesos de migración, especialmente al continente europeo. Solamente en Alemania se han refugiado como un millón de personas, causando graves problemas políticos, sociales y económicos para la canciller Ángela Merkel.
Estados Unidos se vio también forzado a abrir sus puertas para acoger a miles de migrantes musulmanes, así como Canadá. América Latina, en cambio, se mantuvo al margen de esta posibilidad o puede que a los musulmanes no les interese asentarse en la región.
En el pasado histórico de la región se han producido migraciones importantes, tanto de España como de Portugal. De ahí que se asimiló como lenguas propias el español y portugués. Pero no solamente esto ha ocurrido, sino que las culturas de ambos idiomas se han constituido en originarias del continente latinoamericano.
Las migraciones, por tanto, son creadoras e impulsoras de nuevas nacionalidades y sociedades, de manera que tienen enorme valía humana. No se trata de simples tránsitos, se erigen en pobladoras de espacios territoriales importantes, con su natural secuela de instalar progreso y desarrollo.
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