El gobierno de Evo Morales debe decidir sobre si desea mantener una constante pugna con Chile o va a crear las condiciones necesarias para que el diálogo que pidió a la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, se lleve a efecto en un clima que ofrezca las mejores perspectivas posibles.
Por la seriedad y honorabilidad del país y de todos los bolivianos, no se puede estar en ambivalencias sobre el tema, porque se pierde respetabilidad, lo cual es imprescindible cuando se tiene que abordar un asunto de tanta trascendencia.
No es aceptable que cualquier incidente menor se preste para dañar más aún las relaciones entre los dos países. En casos en que emerjan pequeñas aristas, lo apropiado es superarlas con la mejor disponibilidad de ánimo, en términos de racionalidad. Y, si fuese indispensable, recurrir a la vía diplomática, con la prudencia adecuada.
Insistir en los verbalismos torpes y, a veces, hasta ofensivos, es prolongar por más tiempo la solución del problema marítimo que nos afecta.
La realidad geográfica de nuestra demanda complica mucho las posibilidades, aunque tampoco son imposibles de superar. Todo dependerá de la buena disponibilidad de las partes, en caso de llegarse al diálogo formal.
Además, podría ser conveniente que antes de iniciar las negociaciones pertinentes se disponga de un aporte neutral. No siempre de un árbitro, sino de la presencia de un veedor del curso de la negociación que se debe emprender, cuanto antes mejor.
Esto ayudaría a que las partes actúen con la mayor serenidad requerida y elevado respeto mutuo, de manera de no dar lugar a intemperancias, menos a excesos verbales que entorpezcan la llegada de una concertación final.
Todo esto hay que prepararlo con cautela y discreción y nunca más recurrir al desenfreno verbal. Al final de cuentas, esto es lo que exige el pueblo boliviano al presidente Morales. Se requiere madurez y solvencia.
Debe entender que no se trata de un partido de fútbol, que es la mayor afición que lo domina, sino mucho más que una partida de ajedrez. Y para ello, la exigencia insoslayable es la acción mesurada y sobre esta base realizar las movidas necesarias.
La CIJ de La Haya implícitamente se ha pronunciado a favor del diálogo, una vez que no puso reparo a la propuesta boliviana en este sentido. Por tanto, es hora de dar los primeros pasos para formalizar la apertura del diálogo.
Antes, sin embargo, es indispensable que en Bolivia, especialmente, se deponga toda virulencia y desaparezca el ceño fruncido. Únicamente después pedir al Tribunal de La Haya que convoque a los gobernantes de los dos países para emprender el diálogo.
En concreto, Bolivia, como la parte más interesada en el caso, debe dar los pasos que sean necesarios, empezando por convocar a las personalidades que van a constituir el grupo negociador y que éste sea el que haga mover a la CIJ de La Haya las piezas pertinentes, destinadas a que Chile haga otro tanto, de manera que en unos meses más se formalice la apertura del diálogo binacional.
Todo esto lo tiene que hacer el Gobierno, no crear mayor mayores distanciamientos con Chile, con pequeñas rencillas y malestares perjudiciales.
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