El suizo Steven Welti Miller había montado a Eymi por gran parte de Europa y la montó desde Puerto Montt, pasando la cordillera de los Andes, el Salar de Uyuni, hasta llegar a Santa Cruz de la Sierra, donde se la volaron en un tris cuando la descuidó, junto a la recepción, en el hotel donde se alojó. Un récord de más de casi 16 mil kilómetros quedó truncado porque Eymi desapareció sin dar señales de vida hasta el día de hoy. Dicen que el autor de su desaparición se llama Stalin y que acostumbra dar estos patatús a los descuidados.
La bicicleta, de nombre Eymi, había resistido sin perturbarse la prolongada cabalgata de Miller, que, por otra parte, pensaba llegar hasta Alaska. Sin embargo, pese a que el suizo atravesó decenas de países y grande urbes pedaleando, tenía que ser justamente en Santa Cruz donde un caco de mala leche le robara la ilusión. Vimos por la tele al “cicloturista” que estaba al borde de las lágrimas reclamando por su Eymi, pero no sabemos si ahorita la estarán machucando por los caminos de Peji, Porongo o El Palmar.
Al parecer, los clubes amigos del ciclismo, van a reponer generosamente con otra bici la pérdida de Eymi al varonil suizo, pero sabemos que no será lo mismo. Una cosa es recorrer el mundo montando a una sola que a dos o tres. Aunque le mantenga el nombre de Eymi a su nueva bici, no podemos adivinar si la nueva aguantará tanto ajetreo sin descalabrarse, porque seguramente que Eymi, preparada para aguantar los embates más duros e imprevistos, será más difícil de reemplazar que una amante sufrida y fiel.
Porque hay que ser fiel y sufrida para aguantar 16 mil kilómetros de cabalgata por Europa y América, con la intención de recorrer otro montón seguramente, si Steven tenía el propósito de llevarla hasta Alaska. No creemos que en Bolivia haya una Eymi que aguante un recorrido ni de tres mil kilómetros siquiera, porque el pedaleador o la bici quedarían rotos en menos de 15 días. Sucede que no existe una tradición ciclista en nuestro país; no hay los tours de Francia, España o Italia, y el único tour que conocemos es el que, con gran esfuerzo pecuniario propio, promociona el padre Eduardo Pérez, desde hace años.
Total que el sinvergüenza de Stalin se robó a Eymi, nuestro amigo Steven se quedó sin su compañera de la vida, y todo por parpadear un segundo nada más que mirando la habitación de su alojamiento. Los pícaros en Santa Cruz están por todos lados y todo les sirve, hasta una bici traqueteada que estaba intentando llegar a la gloria.
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