En el marco de este breve texto intento rescatar un pensamiento relativamente olvidado en la ingrata república de las letras. Se trata del aporte crítico de Guillermo Francovich al estudio de la compleja formación de la identidad colectiva en Bolivia, que puede ser rastreado en diferentes escritos de Francovich para establecer una especie de estructura lógica de la evolución de ideas en este país. En la actualidad pensar a Guillermo Francovich es pensar una parte y una tendencia de nuestra historia y de nuestro presente. Por ello es adecuado preguntarse: ¿Cuál es el sentido de pensar el presente con las ideas de Francovich? ¿Cuáles otros autores y corrientes afines habría que investigar? Nuestro autor esbozó una cuestión central: ¿Por qué no tienen éxito en Bolivia el racionalismo en el ámbito del pensamiento, el liberalismo en la política y la tolerancia pluralista en la praxis? Por lo tanto, todo autor o todo texto pueden ser un motivo para pensarnos a nosotros mismos, un impulso para comprender el presente.
Después de la Guerra del Chaco (1932-1935), las tendencias nacionalistas y socialistas se hicieron casi obligatorias en Bolivia. Posteriormente, la construcción de la identidad nacional se fundamentó en el retorno a las raíces indígenas del país, por lo menos verbalmente. El cosmopolitismo liberal y la apertura al mundo fueron desechados, al menos como cimientos del discurso de la identidad nacional. El mérito de Alberto Ostria Gutiérrez fue defender valientemente la tesis: “Bolivia país de contactos”, que significaba una integración económica, comercial y de transportes con los vecinos. Francovich fue el principal motor de esta concepción, e impulsó la construcción de líneas de transporte con Argentina y Brasil.
Se trataba, en el fondo, de construir una identidad nacional abierta al mundo moderno, superando la concepción de una identidad cerrada sobre sí misma. Las gestiones diplomáticas de Ostria Gutiérrez y Francovich no fueron apoyadas masivamente en el país, sino vilipendiadas, justamente por las diferentes concepciones que en ese entonces ya existían, sean éstas ideológicas, demagógicas, o tal vez porque nunca nos hemos sentado seriamente a preguntarnos: ¿Qué es lo que queremos ser? Entonces, cuando hay individuos que actúan en oposición a la inercia y a favor de la construcción de nuestro futuro, éstos casi siempre son atacados con adjetivaciones que ya conocemos, como vende-patrias. Resulta que hace un siglo también se discutía así en nuestro país, por ello es que arrastramos temas irresueltos. Entonces, la historia nos muestra a través de Francovich que nos hemos formado (y lo seguimos haciendo) a través de tensiones y conflictos. El sentido de reconstruir a Francovich es el de avanzar con pasos más acelerados por nuestro propio encuentro, por la realización del nosotros como proyecto político, aprendiendo a ser visionarios, que es el ejemplo que debemos tomar de los diferentes personajes que han atravesado nuestra historia.
Podemos apreciar que existía una inercia cultural-política preponderante y contra ella es que empiezan las negociaciones con Argentina y Brasil en 1938, las que Francovich resumió como “La marcha hacia el Oriente”. Los tratados de vinculación ferroviaria determinaron la construcción de una línea ferroviaria de Santa Cruz a Yacuiba y otra a Corumbá, para comunicar a largo plazo el Atlántico con el Pacífico. También se autorizaba la realización de estudios y exportación del petróleo boliviano a través del territorio brasileño. Para Francovich esto representaba un cambio radical en la política internacional y en el destino de Bolivia. Él fue uno de los pocos pioneros que se percató tempranamente de la contribución del Oriente boliviano al progreso del país.
Estas ideas fueron ferozmente atacadas en su momento por evasión de nuestra pregunta fundamental, pero también por la oposición demagógica de quienes las consideraban equivocadamente como la preparación de un nuevo desmembramiento territorial. Eso me hace recuerdo a nuestro dicho: si haces algo hablan mal, si no haces algo, igual hablan mal. Entonces Francovich y los personajes del momento se jugaron su reputación, porque el nacionalismo revolucionario jamás reconoció sus esfuerzos. Por ello no puedo pasar por alto la difícil construcción de nuestra integración con el mundo y, en el fondo, por ello, la edificación de la bolivianidad.
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