Esta aseveración se basa en el libro titulado “Historia del Ferrocarril de Chile”, editado por la escritora chilena María Piedad Allende (1993). Podemos indicar que la deuda de Chile por el uso ilegal de aguas bolivianas sería de más de 7 mil millones de dólares, monto muy superior a lo que Chile pidió a Bolivia para liberar a los bolivianos encarcelados injustamente en ese país y que fueron maltratados y maniatados por los carabineros chilenos, sin consideración y además fueron calificados por el Canciller chileno como ladrones y juzgados bajo las leyes de Chile que se utiliza para condenar a ladrones y criminales. Este es un error de la juez chilena Dra. Isabella Peña. Los presos bolivianos no entraron a territorio chileno para robar, ni para matar a nadie, porque simplemente trataron de detener a unos contrabandistas chilenos.
En el año 1868 el gobierno chileno contrató al ingeniero Josiah Harding para que construya la prolongación de la línea férrea desde Antofagasta hasta la nueva frontera con Bolivia, considerando que Chile se apoderó del territorio boliviano por la Guerra del Pacífico. El ingeniero Harding para definir el eje de la prolongación de la línea férrea recorrió territorio boliviano y por noticias de los antiguos pobladores de la región se supo que había un camino de herradura para transportar minerales de plata del Cerro de Potosí hasta Antofagasta, Y que esos transportistas de minerales recolectaban agua en unos depósitos, por tratarse de agua potable pura de los bofedales bolivianos, que les servía para alimentarse y para las mulas de carga.
Esto significa que aguas bolivianas fueron utilizadas ilegalmente desde 1868. Y debido a las estaciones hidrográficas del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), se estima que escurrían 250 litros por segundo, lo que significa más de 7 mil millones de metros cúbicos anuales desde 1868. Calculando que un metro cúbico de agua potable en Chile tiene un costo de un dólar, ese país tendría que pagar a Bolivia más de 7 mil millones de dólares desde 1868.
Posteriormente el gobierno chileno pidió al Ing. Harding que dibujara el mapa de límites entre Bolivia y Chile, firmado en 1904, destacando el eje del canal de recolección de aguas de los bofedales del Quetena con el nombre inventado de río Silala.
En el libro “El Mito del Silala” se muestra que no existe un río Silala como aduce Chile, porque no hay alguna cuenca hidrográfica de donde pueda discurrir un río desde territorio boliviano hasta Antofagasta.
Finalmente hacemos notar que según estudios del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sergiomin), las aguas de los bofedales del Quetena son depósitos fluvioglaciares de hace más de 4 mil años. Afloran a las superficie como ojos de agua, cuyo caudal es menor a un décimo de litro, que por falta de pendiente y de recarga de otras fuentes de agua no podía escurrir de Bolivia hasta Chile.
El Ing. Antonio Bazoberry Quiroga ha escrito los libros El Mito del Silala; Canal Fluvial nuevo Puerto Suárez, y es autor del Proyecto corredor fluvial boliviano “Mutún-Atlántico”.
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