¿Reconstituirse los partidos políticos?

Hay sugerencias muy interesantes que señalan la necesidad de que los partidos políticos deben reconstituirse o, mejor, reorganizarse con miras a actualizarse, fortalecerse y lograr la confianza de la colectividad. Es preciso para ello comprender que la ciudadanía vive decepcionada de los partidos políticos -especialmente de extrema izquierda- por las políticas puestas en práctica en los últimos once años en los que nada positivo se vio que hagan las fuerzas político-partidistas, sino solo fortalecerse económicamente, ingresar muchos de sus militantes en los campos de la corrupción y las ambiciones desmedidas.

Partidos que hasta hace quince o veinte años se mantenían vigentes lo hacían bajo principios nada confiables para la población; sus argumentos y posiciones ideológicas siempre han sido débiles y muy pocos mostraron vocación de servicio al bien común. Cada partido, en su momento, hizo ostentación de poses populistas, ofertas sin contenido y alejadas de realidades en que se desenvuelve el país; cada uno con intención de cambiarlo todo sin decir cómo; en fin, la política partidista ha sido en los últimos sesenta años “intenciones revolucionarias” que, en realidad, han cambiado estructuras solo para propio beneficio.

Las propuestas planteadas en estos días se refieren, por ejemplo, a la urgencia de que la política partidista ya no margine a clases o sectores de la población porque, lo vigente hasta ahora en los últimos once años, es que hay la Ley de Partidos Políticos y la Ley de Agrupaciones Ciudadanas y Pueblos Indígenas; la primera aprobada el año 1999 y la segunda el año 2004. Estas leyes son discriminatorias porque separan al país cuando tanto se pregona que es único, independiente y libre; en otras palabras, es urgente tener conciencia de que todos sus habitantes son hijos de la misma patria. Mantener ambas leyes y no buscar que ambas se unan, compatibilicen posiciones e intenciones, actúen bajo los mismos parámetros políticos y de futuras realizaciones sin discriminaciones ni separatismos absurdos, tendría que ser el objetivo supremo habida cuenta que todos, sin distinción alguna, deben considerarse parte fundamental de la unidad que es el país.

Es preciso que los partidos existentes se reagrupen, reorganicen, reconstituyan sus filas y, por otro lado, que el Tribunal Supremo Electoral estudie, redacte y complemente las disposiciones habidas sobre nuevos partidos políticos. Finalmente, ante rumores propalados en sentido de solventar la economía de la política partidista con dineros del Estado, sería una mala medida porque, si hay grupos, alejados de intereses personales u otros pero condicionados a la captación o tenencia de dinero, quiere decir que lo que menos importa es el país. En todo caso, cada partido debe sufragar sus gastos y no esquilmar a las arcas públicas. Igualmente, cada partido tiene que cuidar la procedencia de los dineros de que disponga, porque muchos pueden provenir de organizaciones no siempre legales, como es el narcotráfico que, desde siempre, busca dominio sobre toda organización.