Historia
En su testamento reconoció hasta a seis de la tropa de hijos bastardos que acumuló a lo largo de su vida, pero nunca mostró interéspor Francisco Pizarro.
A Gonzalo Pizarro Aguilar, hidalgo procedente de Trujillo (Extremadura), le apodaron “El Largo” por su gran envergadura; “El Tuerto” por haber perdido un ojo en las guerras de Granada” y “El Romano” por haber luchado en Italia durante las campañas del Gran Capitán. Y sin embargo, la historia apenas lo recuerda si acaso como el padre del conquistador del Perú, Francisco de Pizarro, al cual nunca reconoció como hijo suyo ni mostró interés por conocerle.
Nacido en 1458, Gonzalo procedía de la rama trujillana de los Pizarro, familia cuyo prestigio era creciente en Extremadura por su participación en la Reconquista. Como explica la historiadora María del Carmen Rubio en su libro «Francisco Pizarro, el hombre desconocido», el escudo familiar reflejaba a dos osos intentando alcanzar las piñas de un pino sobre un suelo de pizarro, y de ahí el apellido. Si bien no era una de las familias principales de la ciudad, sí gozaba de prestigio y decían proceder de uno de los nobles que luchó con don Pelayo en la batalla de Covadonga, allá en los albores de la Reconquista.
En la posterior Guerra de Granada, entre 1481 y 1492, el militar extremeño ganó protagonismo, perdió un ojo y todavía tuvo tiempo de obtener el grado de capitán
Desde joven el hidalgo se mostró inclinado por la vida militar de sus ancestros y pronto abandonó Trujillo por Badajoz para intervenir probablemente en la batalla de la Albuera, en 1479, que puso fin a la guerra que mantuvieron los Reyes Católicos contra las fuerzas del Rey de Portugal, aliadas con Juana La Beltraneja.
En la posterior Guerra de Granada, entre 1481 y 1492, el militar extremeño ganó protagonismo, perdió un ojo y todavía tuvo tiempo de obtener el grado de capitán. “Siendo alfé rez, y dando cara por los de su compañía, desafiados colectivamente por los moros de Loja y Vélez Málaga, (...) peleó tres veces, a pie y a caballo, en duelo singular, y tres veces salió vencedor”, según se refieren las Informaciones tramitadas en 1529 para otorgar el hábito de Santiago al conquistador del Perú.
La carrera militar de un hombre de acción
Las guerras en la Península foguearon el carácter de Gonzalo Pizarro, pero fue en Italia donde se haría un auténtico soldado, al frente de la infantería que iba a dominar los campos de batalla europeos durante casi dos siglos. Pizarro “El Largo” combatió junto al Gran Capitán contra las tropas francesas de Carlos VIII que habían ocupado Nápoles en 1496. Después de siglos de luchas internas, las fuerzas españolas mostraron al fin a Europa las virtudes de su infantería y el Gran Capitán recuperó para la Corona de Aragón sus tradicionales posesiones italianas en Sicilia y Nápoles. Este primer conflicto entre España y Francia terminó con el tratado de Granada (1500) y supuso un nuevo ascenso para el hidalgo.
Ese mismo año, el Gran Capitán y su infantería de confianza zarparon desde Málaga hacia Cefalonia, en manos turcas, pero una nueva ofensiva francesa forzó a la armada española a dirigirse a Nápoles otra vez. Y aunque también aquí el general cordobés estaba en inferioridad, se valió del terreno y la superioridad de su infantería, germen de los Tercios castellanos, para volver a expulsar a los franceses de Nápoles y Sicilia. Por las crónicas escritas por Antonio Rodríguez Villa consta que “El Largo” no fue un soldado más en estas acciones, sino uno de los capitanes de confianza del Gran Capitán. Estuvo presente, entre otras acciones, en las batallas de Ceriñola (abril de 1503), Garellano (a finales de ese año), Gaeta (el 2 de enero de 1504) y en la defensa del cerco de Rocaseca. Al final de esta segunda intervención española en Italia, aparece mencionado ya con el rango de coronel.
Durante un lustro el coronel extremeño permaneció en Trujillo poniendo en orden sus asuntos. En 1512, sorprendió a sus vecinos y a su familia regresando, con 66 años, a la vida militar a propósito de la guerra por anexionar Navarra a la Corona de Castilla. El II Duque de Alba dirigió la conquista de Navarra en un tiempo exprés, mientras que el Gran Capitán permanecía en un segundo plano por decisión de un desconfiando Fernando “El Católico” y sus capitanes se ponían a disposición de otros comandantes. Gonzalo Pizarro se alistó junto al Duque de Nájera, nombrado virrey del reino conquistado, si bien los combates fueron escasos y el veterano coronel apenas tuvo tiempo de recrearse con el olor a pólvora por la mañana.
La guerra de conquista fue breve, pero a partir de entonces Navarra se convirtió en un nuevo frente de las guerras intermitentes entre Francia y España. Ya en tiempos de Carlos I, un ejército francés formado por 12.000 infantes y 800 caballeros invadió el reino, recuperando para la dinastía depuesta de los Albret tanto Pamplona, donde el futuro San Ignacio de Loyola quedó gravemente herido, como Tudela y Estella. Gonzalo Pizarro permaneció al lado del virrey en esta ofensiva, que hizo las veces de carta de presentación para una de las grandes rivalidades del siglo XVI. Carlos I de España contra Francisco I de Francia; el emergente imperio de la Edad Moderna contra el poderoso reino medieval... En paralelo a una nueva ofensiva en Italia, Francisco I logró sorprender a su enemigo íntimo en Navarra e incluso sitió Logroño hasta penetrar en Burgos.
UN TESTAMENTO SIN FRANCISCO
Antes de que se produjera la reacción castellana, el avance francés se extendió hasta tierras burgalesas y se llevó la vida de Gonzalo Pizarro. Durante el asedio francés a la Peña de Amaya, en agosto de 1522, el veterano coronel fue herido de gravedad. Trasladado a Pamplona, ya liberada de los franceses, nada pudieron hacer los médicos y Pizarro murió a finales de ese año. En un primer momento fue enterrado en la iglesia de San Francisco de Pamplona, para ser trasladado luego por su hijo Hernando hacia la iglesia de La Zarza. Este traslado definitivo de sus restos hacia la iglesia de San Francisco de Trujillo tuvo lugar después de 1557, cuando se pudieron reunir al lado de los de su noble esposa doña Isabel de Vargas.
Gonzalo se había casado el 29 de julio de 1503 con una prima suya llamada Isabel de Vargas, de cuyo matrimonio nacieron tres hijos. Su vida familiar fue escasa, dada su intensa carrera militar, y abundantes fueron los hijos ilegítimos que dejó a su paso. En su testamento reconoció hasta a seis de estos hijos bastardos, entre ellos dos que procreó con una molinera de la Zarza. No así al conquistador Francisco Pizarro, al que por alguna razón desconocida nunca reconoció ni quiso conocer. El hijo nació como consecuencia de un galanteo breve o una relación fugaz (incluso se ha insinuado una violación) del militar con una joven llamada Francisca González, “la Ropera”, durante las fiestas organizadas en 1478 para festejar la derrota de Juana La Beltraneja.
Se desconoce si el padre del futuro conquistador Francisco Pizarro combatió en algún momento junto a su hijo bastardo en Italia, pues también él se embarcó en 1495 en esta aventura militar, tal vez queriendo emular la carrera de su prestigioso progenitor. El viaje del natural de Trujillo a América en 1499 puso un océano de por medio entre padre e hijo y evitó que pudieran coincidir en más ocasiones.
César Cervera
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