[Armando Mariaca]

Abandonar ancianos es maltrato premeditado


No condolerse ni tener piedad y caridad con quienes han llegado al extremo de no contar con las fuerzas necesarias para conducirse por sí mismos como son los ancianos, no es otra cosa que maltrato premeditado y ajeno a todo principio moral; es, desde todo punto de vista, insensibilidad e indiferencia con quienes merecen amor, consideración, respeto y atención.

Principios elementales de caridad y normas de respeto a los derechos humanos determinan que quienes han alcanzado edad superior a los setenta años, merecen consideración y atención permanente; lamentablemente, padres envejecidos por los años de vida, no reciben lo que deberían de sus hijos que creen tener el derecho de desecharlos, despreciarlos y apartarlos totalmente de sus vidas; jóvenes que creen que nunca llegarán a la vejez; hombres y mujeres plenos de energía consideran que cada anciano debe valerse y sostenerse por si mismo así sea acudiendo a las escasas energías que aún posee.

Hay hijos convencidos de su indiferencia y consideran obstáculos a sus padres porque son “viejos que malcrían a sus nietos y son una carga para sus hogares”; matrimonios que gozan de buena posición económica y condiciones óptimas de salud que juzgan que los ancianos son obstáculos en su vida y que lo menos que merecen es ocupar sitios en geriátricos o asilos donde reciban atención de extraños que no pueden brindarles amor, que no comprenden sus urgencias y necesidades, que no saben que las fuerzas en la vejez disminuyen grandemente y que los sentidos están debilitados y no alcanzan para servir bien por la carga de los años. Asilos y hogares de ancianos informan que hay hijos que abandonan a sus padres como “abandonados en las calles”; esos hijos jamás se acuerdan de sus progenitores.

Ancianos que padecen maltrato de sus hijos, desatención en su salud, despreocupación por su alimentación, frío por falta de abrigo, hambre por carencia de alimentos, abandono cuando requieren compañía; ancianos que claman un poco de amor y sólo reciben indiferencia y hasta desprecio porque “ya no sirven para nada”; ancianos que añoran los tiempos vividos en que contaban con salud y energías y servían a los hijos y cubrían a las necesidades del hogar, extrañan los momentos de dicha pasados con su familia y hoy, como pidiendo una mínima consideración y respeto, sólo reciben indiferencia, porque “no entienden, no se dan cuenta, están chochos, no oyen, no ven, no saben nada”.

Muchos ancianos que son cofres plenos de experiencias, sapiencia y amor desinteresado por los suyos, sufren dejadez y abandono, caminan por calles y plazas tal vez mascullando en palabras inentendibles toda la soledad que los lacera, lastima y, acudiendo a su poca memoria, van recordando el pasado y, como no pueden volver a vivir tiempos ya idos, tratan de imponer resignación a sus anhelos; pero, les quedan los buenos y viejos recuerdos, los momentos gratos y sobre todo el amor profesado a los suyos, un amor y servicios sin mengua, sin egoísmos, un amor que no tuvo límites y que cuando era preciso se lo agrandaba con el auxilio de Dios que, felizmente, nunca los abandona porque así los siente con sus arrugas, en sus dolores y en sus penas; dolores que fortalecen porque son preámbulo para el futuro muchas veces esperado y que consiste en una nueva vida, una vida bajo regazo de Dios, una vida en que se viva por siempre.

En muchos países, entre varias medidas que se adopta para atender a los ancianos, se han creado establecimientos con habitaciones temporales, gimnasios, salas de juegos; al margen de pequeños parques, piscinas temperadas y otros. Sitios a los que acuden especialmente ancianos que no tienen alojamiento seguro u hogar que les brinde cobijo y atención. Se trata de infraestructura que requiere el trabajo de personal especializado y que con vocación de servicio, paciencia y otras cualidades pueda cumplir una atención humanitaria. Dado que el gobierno utiliza dineros en edificios lujosos e innecesarios, bien podría destinar -conjuntamente lo que se haga para una atención al problema de salud que es tan precario- partidas especiales para la construcción de siquiera tres sitios para albergar a ancianos así sea temporalmente.

Viejos servidores del país que recuerdan mucho y olvidan todo con facilidad querrían paliativos para su vida y por ello merecen del gobierno y de la comunidad atención, respeto y cariño.

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