La crisis económica en que nos encontramos nos hace ver -al gobierno especialmente- cuánto hemos perdido en diez años por la falta de atracción efectiva de capitales financieros y tecnología. La bonanza económica que tuvimos durante algo más de nueve años ha determinado que olvidemos cuestiones elementales de previsión, como es la diversificación de la economía.
El crecimiento y desarrollo de los países ricos se ha debido a que sus directivos han visto la conveniencia de no contentarse con lo que tenían y han tratado, por todos los medios, de diversificar su economía mediante la instalación de compañías productoras de bienes y servicios porque el crecimiento poblacional necesita que la oferta esté al orden del día y que ni lo más prescindible y lo más necesario no falte en el mercado. No han valido competencias de ninguna clase para que no sean creadas empresas que ofrezcan más y con precios competitivos; para todo ello, han realizado inversión de capital financiero y tecnología.
Para los países pobres y subdesarrollados como el nuestro o más propiamente para todos los que se encuentran en un cuarto o tercer mundo, lo que ha contado en las décadas pasadas ha sido la implantación de modelos “revolucionarios” que cambien todo y que encuentren, sin lograrlo, mejores condiciones de vida para los pueblos, fantasías que han caído por el peso de ser simples anuncios demagógicos y populistas que han servido solamente para eternizar en los poderes a corrientes de extrema izquierda que han fracasado estrepitosamente, empezando por la Unión Soviética, cuyos líderes creían que los cambios a introducirse los colocaría a la vanguardia del progreso mundial y en realidad solo han conseguido mayor pobreza y dependencia para sus pueblos.
Nuestro país ha sido víctima de experimentos “revolucionarios” que no han llegado a un resultado positivo a favor del pueblo, al contrario, con la propaganda populista y las ofertas demagógicas lo único que han logrado es agravar los problemas, depauperar la poca industria existente, empobrecer al sector agrícola y, lógicamente, endeudar al país hasta ingresar, por ineficiencia de gestión, en los campos de la corrupción y la imposibilidad de lograr un mínimo desarrollo.
La ausencia de inversiones tanto nacionales como foráneas nos ha postergado y, por más esfuerzos que se haya realizado ante la comunidad internacional poseedora de capitales y tecnología, la desconfianza de ellos por las políticas imperantes en el país ha determinado que no vengan capitales ni tecnología. Es, pues, urgente que se cambie determinadas posturas tendentes a estatizaciones, nacionalizaciones y otros extremos que nada acarrearán y que, por el contrario, serán resortes importantes para catapultar hacia otros países capitales y capacidad humana con miras a una mayor producción, creación de riqueza y generación de empleo. Es importante y práctico que el gobierno adopte medidas serias para salir de la pobreza y la dependencia.
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