Cuando los pueblos adquieren su independencia política, liberándose de dominios impuestos por la conquista y por la fuerza de las armas, lo primero que buscan es vivir en libertad y luego gobernarse con imperio de la justicia. Muchos han comprobado lo difícil y hasta imposible que es vivir sujetos a dominios políticos, económicos, sociales o de cualquier naturaleza porque sin el goce pleno de la libertad todo se hace difícil, los caminos de vida, desarrollo y crecimiento se hacen escabrosos. Adquieren condiciones de gravedad las políticas ideológicas impuestas por acción de regímenes totalitarios que buscan avasallar a los pueblos, es decir esclavizarlos o convertirlos en siervos que obedezcan humilde y ciegamente las imposiciones de regímenes que detentan poderes que nos les dan las leyes ni la moral.
Los pueblos que han perdido la libertad también perdieron el derecho de vivir en democracia y mucho más cuando sus sistemas judiciales caen bajo el dominio del despotismo y la tiranía como son los regímenes impuestos por la fuerza de las armas, de las ambiciones desmedidas o por regímenes impuestos para el dominio absoluto. La pérdida de la libertad no solamente implica suspensión de la vida democrática sino la aceptación impuesta de ideologías extrañas y hasta caducas por efecto de que ellas han creado condiciones para que los pueblos las repudien. Esas imposiciones lo primero que hacen es coartar la libertad de expresión que es derivada de la libertad de pensamiento que es inviolable, intocable, indivisible del ser humano.
Países que han perdido su libertad para pensar y expresarse, prácticamente lo han perdido todo y viven sometidos a imposiciones ajenas a la moral y las leyes; vivir sojuzgados por regímenes dictatoriales o totalitarios, que muchas veces surgen de procesos electorales democráticos debido a las ambiciones, egolatría, incapacidad y ningún respeto a los derechos humanos viven obnubilados por sus ansias y ambiciones de más poder del que tienen y no trepidan ante nada para conseguirlo.
Cuando el pueblo pierde su capacidad para enfrentar a un régimen opresor que no respeta la institucionalidad y que maneja o manipula la justicia puesta a su servicio, no hay posibilidad de reaccionar porque las fuerzas morales y materiales de un país están suprimidas o, peor, compradas y existen solamente para agrandar el poder de los que las manejan conforme a su albedrío.
Cuando los protagonistas de regímenes arbitrarios que han vulnerado las leyes y pisotean los principios morales viven acorralados por sus complejos y prejuicios, actúan enceguecidos y hacen oídos sordos a clamores que exigen libertad y retorno de la justicia. Los regímenes que actúan solamente al calor de sus ambiciones no vacilan en utilizar a la justicia para contar con mayor poder que les permita desarticular toda oposición que es calificada contraria no solamente al régimen imperante sino al pueblo, sus instituciones y sus derechos.
La fuerza de las armas, la corrupción de los valores, la explotación de ambiciones de los llamados partidarios, son armas que esgrimen los poderes omnímodos que utilizan al pueblo como pretexto ante organismos nacionales y foráneos para mostrar legalidad a sus actos; usan la mentira para señalar virtudes y cualidades ajenas a la realidad; encuentran enemigos y contrarios en todo y, cumplidores de las leyes y en “justa utilización de sus derechos” manipulan y utilizan festinatoriamente a los magistrados de la justicia que, comprados por el poder o tenencia del cargo, del dinero o de la seguridad familiar, se prestan a todo lo que la tiranía y sus acólitos desean.
Todo ello es pérdida de la libertad, es contrario a los derechos humanos y a todo sentido de equidad, ecuanimidad y justicia bien entendida y mejor practicada. La libertad se sustenta en la justicia y ésta en la democracia que es el mismo pueblo que hace al bien común. Pilar y sostén de la democracia y la justicia es la libertad, sin ella nada positivo es bueno y da lugar al imperio de lo malo, lo arbitrario, lo sucio e ilegal porque se impone el libertinaje de donde surge la anarquía.
Sólo en libertad, democracia y justicia es posible la institucionalidad que es ajena a todo sentido o sentimiento de ilegalidad; es el camino seguro para el cumplimiento de la Constitución y las leyes, es el medio y sistema para un actuar en concordancia con principios de honestidad, honradez y responsabilidad, condiciones precisas y necesarias para un desarrollo armónico y sostenido de los pueblos. La institucionalidad es, pues, básica para el encuentro de mejores condiciones de vida, para alcanzar superación en los campos educativos y de salud, para el logro de crecimiento económico y para la consolidación del imperio del Derecho en lugar del derecho de la fuerza tan ejercitado por gobiernos contrarios al sentido común.
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