Desde hace años, la flora y la fauna bolivianas son objeto de violenta depredación en los departamentos de Beni y Santa Cruz, con el agravante de que ese delito de orden público se produce por ineficiente atención de parte de entidades estatales y privadas y, finalmente, no solo constituye un grave daño al país, sino adquiere nivel mundial.
En fecha reciente se denunció la masiva tala de árboles en el norte de La Paz por parte de “industriales madereros” extranjeros y nacionales con fines de exportación clandestina y con alcances alarmantes. Sin embargo, esa depredación no se limita a la región indicada, sino que también se produce en otros distritos creando, en esa forma, un problema de gran magnitud.
Aparte de la destrucción de bosques y la tala de árboles centenarios (cuyos troncos, en algunos casos, tienen entre uno y dos metros de diámetro), también se ha denunciado la cacería de algunos animales de valiosa piel, entre ellos los lagartos, yacarés, caimanes y otros anfibios, práctica que es otra forma de depredación que está poniendo fin a una de las mayores riquezas naturales del país, ya que se trata, nada más ni nada menos, que de materias primas que, además, no se industrializa dentro del país, sino que sirven para la exportación legal o el contrabando masivo.
La tala de árboles ha hecho desaparecer especies de árboles como mara, cuchi, roble, amarillo y otras muchas, las mismas que hasta hace pocos años existían en los alrededores de pueblos y villas y ahora no se encuentran ni siquiera en lugares fronterizos, ya que los “industriales” madereros, tanto legales como clandestinos, actúan libremente y desconocen en forma deliberada la legislación forestal vigente.
El caso más grave recién denunciado se refiere a la caza de caimanes y otros lagartos, la misma que, en los últimos diez años creció nada menos que en 16 veces. En efecto, la Cámara de Comercio Exterior (IBCE), con base en datos del INE, informó que entre 20017 y 2016, la exportación de pieles de lagarto pasó de los 275.103 dólares en 2007, nada menos que a 4.4 millones de dólares en 2016, progresión que confirma en forma transparente la magnitud de la destrucción de esta riqueza, sin que, además, traiga el menor beneficio para el país.
Agravando el asunto, el aprovechamiento de piel de lagarto empezó el año 2002 y según el Presidente de la Central de Pueblos Indígenas, las Tierras Comunitarias de Origen (TCO) tienen la mayor parte (80%) de los cupos para la caza de estos animales en el Beni y el resto en Santa Cruz. Las TCOs tienen cupos de caza entre 30.000 y 50.000 pieles de lagarto al año (¡¡) y están exigiendo que ese cupo se amplíe. ¡En esa forma se cumple la defensa de la Pachamama! Solamente queda esperar que el Estado, administrador y celador de los bienes de la Nación cumpla con sus responsabilidades.
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