Tratados utópicos para anular armas nucleares


 

Desde el mismo 17 de julio de 1945 cuando estalló la primera bomba atómica en Alamo Gordo, EEUU, la comunidad internacional ha estado preocupada por el hecho de que esa primera bomba implicaría destrucción y muerte de miles de personas. Producidos los estallidos en Hiroshima el 6 de agosto y en Nagasaki el 9 de agosto de 1945 para conseguir la rendición del Japón, se ha producido una especie de carrera armamentista con base en el poder nuclear.

Año tras año, la mayoría de los países se ha reunido con la finalidad de prohibir la producción y uso de bombas nucleares; pero los interesados en “cuidar la paz en la humanidad”, como los Estados Unidos, la Unión Soviética, Inglaterra, Francia y países que conforman la OTAN, se han opuesto a todo tratado que implique no proliferación del poderío nuclear. Hoy, Naciones Unidas -al igual que en el pasado de más de cincuenta años- está en preparación de una reunión internacional con miras a lograr un “Tratado que prohíba las armas nucleares”, intención nunca tomada en serio por los países interesados y solo hubo declaraciones por parte de más de 130 países. La OTAN conjuntamente China, Corea del Norte, Pakistán e Israel prácticamente están unidos a Estados Unidos en la negativa de prohibir esta amenaza para la humanidad. La campaña internacional que promueve Naciones Unidas para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN) pide que los países armamentistas por lo menos asistan a las deliberaciones; pero todo muestra que las posiciones son inquebrantables.

Hiroshima y Nagasaki no han servido de experiencia; la muerte por acción inmediata de esas bombas de miles de personas y la sentencia a muerte en corto tiempo debido a la contaminación afectó a miles y nada sensibiliza a quienes parecen dispuestos a soportar cualquier amenaza -como las de Corea del Norte- que ponga en peligro al orbe. Saben los países ricos y desarrollados integrantes de la OTAN que el mundo está sembrado de ojivas nucleares que alcanzarían para destruir tres veces al mundo; conocen las consecuencias de la contaminación nuclear; tienen conciencia de que en cualquier momento y por cualquier razón o sinrazón, no faltará quien apriete un simple botón para lanzar sobre el planeta una bomba con tal capacidad destructiva que nadie podrá frenar y menos remediar.

La posición más que intransigente de quienes basan la paz en el poderío nuclear parece ser indestructible y, por el contrario, hay políticas que buscan “fortalecer el poderío con nuevas bombas” o sea con más medios para liquidar al mundo. Naciones Unidas, empeñada en conseguir una paz cierta y duradera, declara cada vez que no cejará para conseguir que haya conciencia de paz en todo el mundo; de otro modo, no podría garantizarse la paz en el planeta donde la soberbia busca sembrar la muerte para que solo reine la paz existente en los cementerios.

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