Economía de palabras
Por alguna extraña razón, la Bolivia plurinacional decidió usar la palabra “licuificar” para el caso del gas natural licuado (GNL), como incluyendo en la comparsa de 36 naciones una nación angloparlante.
Ahora se sabe que, en esa moda de usar palabras raras pero con intereses más precisos, YPFB decidió instalar una planta para producir GNL, lo que logra después de “licuificar” el gas, es decir licuarlo, para quienes hablamos español.
Lo más importante en esta operación hecha durante la etapa de febril despilfarro, era saber el precio. Los informes no son claros sobre esto tampoco. Hablan de US$ 208 millones, aunque otros informes mencionan cinco veces más.
Lo cierto es que ahora la planta, estrenada el año pasado, por los días del referéndum del 21F, no funciona. No “licuifica” nada. Se paró y no hay quien pueda componerla. Eran los días en que el comprador no se molestaba con detalles de pedir garantía al proveedor. Por lo tanto, según denunció Hugo del Granado, está parada.
El negocio, si no fue negociado, incluía, por supuesto, la compra de equipos para “deslicuificar” el producto y devolverle su forma de gas (regasificar), para introducirlo en gasoductos de pequeños centros urbanos alejados de los grandes ductos de exportación.
Aquí, los informes conocidos hasta ahora enloquecen, pues se habla de contratos por más de US$ 900 millones, lo que sería un delirio.
Las autoridades de la empresa dicen que la planta de “licuificación” de gas fue concebida también para exportar el GNL. Más o menos, si se entiende bien, el GNL boliviano iba a viajar por tierra, a bordo de camiones siempre sospechosos, hasta Bahía Blanca, en Argentina o Escobar y/o, también en camiones, hasta las plantas de regasificación de Brasil y/o, esta vez no en camionetas rojas, a Chile. Un negocio medio raro. Más iba a costar el transporte que el producto.
No se sabe -todo esto es un misterio- cuántas son las poblaciones bolivianas, pequeñas poblaciones, dotadas de equipos de regasificación, ni de ductos urbanos que lleven el gas hasta los domicilios.
De esos detalles nadie se ocupó. Lo importante, como estaba de moda en YPFB, era comprar la planta, pagar al contado y resolver urgencias burocráticas.
Un elefante blanco “licuificado”.
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