II
En contraste, durante los años 80 la presión del Fondo Monetario (FMI) fue sustancialmente mayor, debido a la presencia de ciclos económicos desfavorables que ahora recién se están presentando a finales de la llamada “década ganada”, que, por el momento, no provocarán mayores trastornos mientras existan reservas internacionales suficientes para cubrir los déficit que se tiene en el comercio exterior y exista el lavado del narcotráfico.
Otra diferencia es la deuda externa contratada en los años 70, que luego se encareció exponencialmente en la “década perdida”, motivo por el cual la carencia de divisas era muy grande. Fue así que Bolivia entró en mora, al extremo que solo podía comprar bienes del exterior pagando al contado y por anticipado, lo que representó un obstáculo estructural muy serio. El peligro de un embargo por parte de la banca internacional fue tan grave en la década de los 80 que tuvo prácticamente paralizado a nuestro comercio exterior, por lo que fue urgente y prioritario llegar a una negociación con la banca extranjera, que puso como condición una negociación con el FMI.
Evidentemente la situación actual es distinta, dado que existen todavía algunas fuentes de financiamiento externo, algunas muy bondadosas y, otras, interesadas debido a la práctica de adjudicación directa de los contratos de parte del Estado, que son muy convenientes y rentables para el acreedor. Por ende, de momento no se ha llegado a una situación de mora, que en los años 80 fue una preocupación dominante del FMI, motivo por el cual su presión sobre el gobierno tenía un carácter dominante.
Si bien, por ahora, no existe esa situación, debido a la caída de los precios, reducción de la demanda externa, creciente presión sobre las divisas y una moneda sobrevaluada, podría surgir igualmente la necesidad de pactar con la comunidad financiera internacional, como un imperativo económico. La bonanza producida en los tiempos de “vacas gordas” decrece cada día, por lo que el keynesianismo populista será cada vez menos sostenible.
La “década ganada” demandará nuevas fuentes de ingreso distinto de los créditos externos, por lo que es muy probable que repitamos la historia. La diferencia es que, mientras en los años 80 la explotación de los hidrocarburos era todavía una esperanza, ahora hay la necesidad urgente de contar con fuentes de energías limpias y renovables, además que los pozos ya no producen igual que cuando empezó la “nacionalización”.
El Ing. Com. Flavio Machicado Saravia es Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.
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