El Parlamento boliviano inició sus primeras labores el 10 de julio de 1825, con la denominación de Asamblea de Representantes del Alto Perú. La primera sesión fue presidida por el doctor José Mariano Serrano al que acompañaban en la Directiva el Vicepresidente José María Mendizábal y los Secretarios Ángel Moscoso y José Ignacio Sanjinés.
La primera vez debía reunirse en Oruro el 19 de abril de ese mismo año ¬en cumplimiento de los decretos de 9 de febrero y 16 de mayo, emitidos por el Mariscal Antonio José de Sucre y el Libertador Simón Bolívar, respectivamente–, pero sólo fue posible formar el quórum necesario el 10 de julio, porque muchos diputados adujeron “que siendo ellos de alguna edad, les era imposible venir a Oruro, donde el excesivo frío de la estación los afectaría”.
El sufragio de Representantes consagró a los mejores hombres de la naciente Nación. Algunos poseían bastante experiencia adquirida en el Congreso de Tucumán, Argentina, como el ilustre Serrano, varones de probado temple moral, en cuya sabiduría confiaron los pueblos el porvenir y la suerte de la nueva República.
Presidía el cuerpo deliberante el chuquisaqueño don José Mariano Serrano, jurisconsulto eminente, cuyo mérito era el haber firmado las Actas de independencia de Argentina en 1816 y lo haría ahora por Bolivia, ese año de 1825. Formaban parte de la Asamblea ilustres altoperuanos como José Miguel Lanza, Casimiro Olañeta, “el tribuno”; Eusebio Gutiérrez, hombre de leyes como Manuel María Urcullo, José Ignacio Sanjinés, poeta de gran valía; los eclesiásticos Gregorio Zabaleta, Leandro López y otros notables.
El 10 de julio, día memorable, diéronse cita los Representantes en la ciudad de Chuquisaca, cuyas labores inauguró con un emocionado discurso el Presidente Serrano: “¿Dónde está el monstruo fatal –interrogaba Serrano– que rodeado de la injusticia, de la ambición y del fanatismo hizo de estas provincias la ciudad de la tiranía, el teatro de la sangre y el símbolo de la esclavitud? ¿Dónde el inicuo poder que taló numerosos campos, quemó a nuestros pueblos, enlutó nuestras familias y osó creer eterno su aciago dominio?” Bolívar y Sucre habían destruido la ominosa dominación, “el primero dotado con el corazón de Alejandro, con los talentos de César y las virtudes de Washington; el segundo humano y justo como los Antoninos y valiente como el héroe que reposa en la roca de Santa Elena. . .”
Luego, en acción de gracias, se celebró un oficio religioso solemne en la Iglesia catedral de dicha ciudad, Un desbordante entusiasmo se adueñó de los Representantes y del pueblo que en ese momento también era participe de esta memorable acontecimiento, donde al fin se ha-bían roto las cadenas de la esclavitud y con la arrogancia de las autoridades españolas.
Proclamada la independencia de las tierras altoperuanas, el Diputado Secretario Ángel Mariano Moscoso ocupó la tribuna para dar lectura al Acta de Independencia, redactada por una comisión de la que formaba parte el Presi-dente Serrano, autor del extenso y ampuloso documento, donde aludía al “furioso León de iberia” que lanzándose desde las columnas de Hércules hasta los imperios de Moctezuma y Atahuallpa había despedazado el desgraciado cuerpo de América”.
Y luego de la lectura del Acta de Independencia, los Representantes suscribieron el célebre do-cumento. Cuarenta y ocho diputados: 7 por Charcas, 12 por La Paz, 10 por Cochabamba, 17 por Potosí y 2 por Santa Cruz. Así se fundó la República y nació el Parlamento boliviano.
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