Salomón Abad Sejas Tapia
Recurrentemente “expertos en seguridad” frente al simple rumor de un hecho policial de connotación local, nacional o internacional, se deshacen en explicaciones, juicios de valor, criticas, reproches… como siguen haciendo con el robo frustrado en una joyería de la ciudad de Santa Cruz, donde murieron dos personas por el impacto de proyectiles disparados por armas de fuego y otras quedaron heridas.
Esos “expertos” a minutos de ocurrido el hecho, cuando la Policía Boliviana aun no terminaba de acordonar el escenario del crimen, o detener al resto de los criminales, cuando no se había levantado ni siquiera legalmente a los cadáveres, no se había hecho el croquis del escenario del hecho, el estudio balístico, antecedentes criminales, etc. etc. (investigación preliminar), temeraria y lapidariamente afirmaron que la Policía había cometido el error de no haber negociado con los mafiosos, que no habían hecho esto, que no habían hecho lo otro, como lo hicieron los israelitas, los franceses, norteamericanos, incluso mencionaron a los peruanos, como si los terroristas persiguieran el mismo propósito que los mafiosos comunes o habrían sido adoctrinados en las mismas “aulas”.
La negociación como la mediación no se sustenta en el diálogo, que es la parte ineludible de la interacción humana, tiene que ver fundamentalmente con la presencia del Estado traducido en su capacidad de poder imponer sus condiciones. En el caso citado, los malhechores utilizaron armas de fuego de mayor contundencia que las de los policías, dispararon (como se puede observar en algunos videos) indiscriminadamente en vía pública, haciendo gala de su desprecio por la vida ajena, de hecho, esos mafiosos ya habían asesinado a otras personas en su país, dato que se conoció posteriormente y que los “expertos” se lo pasaron por el forro, como lo hicieron con las cámaras de vigilancia externa e interna de la joyería, los estudios de laboratorio, el análisis del escenario del crimen, etc. etc.
En la República del Brasil, de donde habían sido esos criminales, los policías se ven obligados a usar sus armas de fuego permanentemente, a fin de cuidar su propia vida y pese a ello se sigue reportando policías y civiles dados de baja por esos mafiosos, que parece no están enterados de los famosos “protocolos” que, según los teóricos de la seguridad, tienen que ser aplicados religiosamente por los policías, como si todos los hechos protagonizados por los delincuentes siguieran reglas o normas preestablecidas. Al final y parafraseando a Carpentier, la teoría se arruina casi siempre con la práctica.
Lo que parece haber quedado claro es que los ciudadanos cruceños que estuvieron cerca de los acontecimientos no sabían qué hacer. Algunos, celulares en mano y en plena balacera, parecía que deseaban entrevistar y fotografiarse con los delincuentes. Otros a pie y en vehículos cruzaban la avenida en plena línea de fuego. Otros miraban los hechos como si se tratara de un simulacro, en fin, pasó lo que tenía que pasar porque simplemente los ciudadanos no sabemos qué hacer en estos casos. ¿No será bueno que la Policía Boliviana de manera sostenible, así como hacen otros países simulando terremotos, maremotos, se adiestren y eduquen a los ciudadanos en general y en particular a los niños para poder minimizar las consecuencias que acarrean estos hechos?
Quizá sea también oportuno reflexionar sobre la promesa de nuestras autoridades respecto a un plan de reestructuración de la institución del orden, a fin de que en su normativa interna les quede claro, por ejemplo, cómo se digiere eso de los protocolos. O si es coherente mantener a más de 1.400 servidores policiales en el Batallón de Seguridad Física Estatal para la seguridad de una fracción mínima de la ciudadanía (servidores públicos) y las instituciones del Estado, como si los demás bolivianos no fuéramos iguales ante la ley, o quizá ya sea hora de que la Ley Orgánica de la Policía se ponga en concordancia con la Constitución Política.
Por último y a fin de no seguir desmereciendo innecesariamente a nuestras instituciones o seguir hiriendo la sensibilidad de las víctimas (que no son únicamente los muertos), creo respetuosamente que los teóricos de la seguridad no pueden pasar por alto que el análisis en general, debe basarse en los antecedentes, lectura de la coyuntura, el marco epistemológico (en palabras simples), el método de análisis. Lo contrario significa lamentablemente una simple lluvia de adjetivos que no condicen con ninguna experticia.
El autor es Lic. Cs. Políticas.
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