El hecho de no haberse cumplido el compromiso del gobierno de realizar, mediante empresas especializadas, verificación de las reservas de gas, tiene sus graves consecuencias. Hoy se paga esos descuidos porque la colectividad, conjuntamente el gobierno, no saben a qué atenerse cuando se trata de pensar en ampliar contratos con Brasil y Argentina y mucho menos sobre las necesidades internas.
Saber qué tenemos, cuánto tenemos y para cuánto tiempo debería ser vital para el gobierno porque no puede comprometer nada ante quienes querrían seguir comprando gas. No es bueno que se actúe sobre simples cábalas o suposiciones de lo que “se cree que habrá” cuando la realidad diaria nos muestra cuán agotados están campos como San Alberto y Margarita que son explotados excesiva e indebidamente hasta “sacarles todo lo que puedan dar”.
El contar con petróleo y gas no puede estar afincado en el hecho de haber contado con campos ya establecidos y que fueron realización de otros gobiernos porque, lamentablemente, el gobierno en once años nada hizo en prospección, exploración y explotación de hidrocarburos y todo lo dejó al azar, tiró “la moneda en busca de cara cuando había la posibilidad de mostrar lo contrario”. No es bueno jugar con las expectativas del país y menos con quienes confían en nosotros como han sido Brasil y Argentina.
El hecho de que haya reticencias en ambos países para “ver si se amplían contratos” se justifica porque no siempre hemos cumplido con los acuerdos firmados y pesa, como “espada de Damocles” el hecho de que las diferencias compradas de otros proveedores por Argentina las debamos pagar con un aditamento de multa del 15% fijado en contratos.
Hay que lamentar que cuando se cambió partes de los contratos de concesión con las empresas extranjeras que explotan gas en Bolivia, en mayo de 2006 no se haya exigido que éstas -empresas extranjeras- realicen labores de exploración y explotación de nuevos campos, que hagan las inversiones debidas y aseguren tranquilidad al país. Estas empresas han actuado discrecionalmente y solo en propio beneficio sin importar qué pasaría en Bolivia con el problema hidrocarburífero.
La falta de previsión impide que se explote El Mutún, se piense en el litio y se provea a la industria nacional del gas necesario. Hay mucho que debió hacerse y no se hizo; hay descuidos imperdonables que no se los puede pasar por alto. Además, la falta de institucionalidad en el país determinó que YPFB esté manejada por ocho presidentes en tan solo diez años, presidentes que de hidrocarburos nada sabían, pero, como “importaba satisfacer cargos para gente del partido”, parece que no importaba si la empresa del petróleo era manejada con la racionalidad y responsabilidad necesarias. Las malas conductas y pésimas políticas dan como resultado que el país sufra consecuencias imprevisibles y que otros países superan con holgura.
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