Una de las cosas gratas de escribir es que muchas veces se recibe comentarios o preguntas sobre lo que uno pone sobre el papel (o la pantalla).
En relación con mi artículo sobre la expansión de las grandes multinacionales que están empezando a tener una creciente parte de la producción y distribución de alimentos en el mundo y también en Bolivia, el Dr. Erick Ferrufino Guardia del Centro de Biotecnología de la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) me ha hecho llegar la siguiente pregunta: ¿cuál sería la vía o qué deberíamos hacer para no llegar a esa dependencia de Bayersanto u otras concentraciones que ya existen en Santa Cruz?
Le he dado vueltas al asunto y por ello el título de esta columna. En mi opinión deberíamos crear un nuevo polo de desarrollo agroalimentario en el altiplano boliviano, hoy muy abandonado. Esta parte del país cubre una superficie de aproximadamente 154.000 kilómetros cuadrados, comprendiendo cuatro subcuencas: Titicaca, Desaguadero, Poopó, Coipasa y Uyuni. Descontando las subcuencas Coipasa y Uyuni, que no tienen potencial agropecuario, existirían cuando menos 90.000 Km2 aprovechables.
En mi opinión deberíamos intentar crear un nuevo polo desarrollo agropecuario, para lo cual, por supuesto, se requiere formular un plan de desarrollo regional involucrando a los departamentos de La Paz, Oruro y Potosí, los que deberían lograr un mecanismo regional que articule las actividades y proyectos, con base en los siguientes lineamientos generales.
- Reconocer que todo este territorio en los últimos 50 años ha sufrido un proceso de desertificación que es necesario corregir. Para ello se necesita un Programa de Uso y Conservación de Suelos, el cual debe ser parte integral del Programa Productivo.
- Encarar un componente dirigido al máximo aprovechamiento de los recursos hídricos regionales, los cuales han mostrado una seria vulnerabilidad en los años 2015 y 2016, con la desecación de los lagos Poopó y Uru Uru, los cuales parecen haberse recuperado parcialmente el 2017.
- Una permanente gestión y vigilancia para que exista una pronta solución a cualquier controversia o litigio en los cursos transfronterizos, tal como en los casos del Silala, el Lauca, el Mauri.
- Revisar la situación del proyecto Tacagua, hacer un inventario de otros proyectos que se haya podido poner en marcha con el proyecto Mi Agua.
- Revisar la situación del convenio binacional con el Perú, y un análisis del caudal de aguas que corre por el río Desaguadero.
- Formular una cartera de proyectos de desarrollo productivo que comprendan: la quinua y la papa como cultivos principales. El primero por su importancia como un producto de exportación, el cual, sin embargo, requiere trabajo científico para mejorar los rendimientos. El segundo, como un cultivo en el cual hay que identificar variedades que tengan un alto valor comercial internacional (ver mi artículo: Alta cocina, de junio 15, 2017).
Este conjunto de productos agrícolas podría ser reforzado analizando las medidas de política y asistencia técnica que se requiere para fortalecer el desarrollo ganadero, particularmente de ovinos y camélidos.
- Identificar otros rubros de productos agropecuarios cuya producción pueda ampliarse para contribuir a la Seguridad Alimentaria Nacional.
Todo lo anterior debería tener la contribución de las universidades de los tres departamentos, que cuentan con carreras de Agronomía y realizan investigaciones de manera permanente, los cuales deberían aportar para formular un plan de desarrollo agropecuario regional de mediano y largo plazo.
Pero lo más importante de todo es lograr una sinergia de acciones entre los tres departamentos, dejando de lado mezquindades políticas que parecerían estar afectado el desarrollo de proyectos y el regional en su conjunto.
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