La noticia de perfil
Jamás me formulé una pregunta tan irreverente como la que plantea el titular de esta crónica, porque desde muy niño mi piedad cristiana fue piloteada por mi madre que se llamó Asunción, pues había nacido el 15 de agosto, o sea que mis primeros y también mis actuales pasos marcan un sello inequívocamente mariano.
Así se lo conté a mi corresponsal en el Palacio Real de la plaza Murillo, causando admiración en la periodista cochabambina, pues mis palabras liminares fueron plenamente aceptadas por quien parece ser una de las primeras devotas de la Virgen de Urkupiña, quien apareció grabada en el corazón de los nacidos en Quillacollo, punto central donde se venera a la mencionada advocación mariana, aunque la pobreza de nuestra nación le adjuntó una serie de prescripciones y ritos semi paganos, como la de coleccionar guijarros del cerro Quta o Cota, cual convierte a ingenuos devotos de la Madre de Dios en ávidos picapedreros, que están obligados a cargar estos fragmentos del cerro, guardarlos en sus casas y devolverlos al cabo de un año.
En medio de este trajín, es verdaderamente milagroso comprobar cómo la inmensa mayoría de los fieles renueva su fe cada año y la transmite de boca a boca, en los labios de la gente sencilla.
Junto a la peregrinación se realiza también una entrada folklórica que congrega a más de 40.000 danzarines, quienes ofrecen sus bailes a la Virgen de Urkupiña para agradecerle por un milagro y para pedirle otro, siendo estas plegarias generalmente de naturaleza económica, o de trabajo, habiendo escuchado alguna vez el testimonio de una devota, quien me aseguró que la mamita de Urkupiña no se especializaba en milagros de salud, amor o viajes.
Al intercambiar nuestras percepciones con mi comadre que es paisana de la Virgen, le pregunté si en su contacto cotidiano con el presidente Evo Morales, ella había advertido alguna vez si el mandatario creía en los milagros de la mamita de Urkupiña, respondiéndome tajantemente que no, pues estaba más convencido en los milagros del ex ministro de Economía, Arce Catacora, y de las interlocuciones de una cruceña que no está entre las once mil vírgenes, pero dirige la Asamblea de los Diputados, donde lograba borrar de toda culpa a su máximo Jefe, sin dar tiempo a la intervención de otros masistas, como el inteligente Gringo Gonzales.
Deseosa de participar de la entrada folklórica de Quillacollo, y de pedir algún milagro económico para este pobre columnista devoto del Señor de la Columna y de la Virgen de Urkupiña.
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