Por: José E. Pradel B.
Hace 137 años, el 2 de noviembre de 1879, en el Puerto de Pisagua se libró una de las batallas más importantes de la denominada Guerra del Pacífico, donde tropas y rabonas de nuestro país combatieron y murieron defendiendo el sur del Perú y es la primera muestra de lealtad a la nación aliada.
Tras la captura del monitor ‘Huáscar’ el 8 de octubre de 1879, el desierto de Tarapacá se convirtió en el nuevo teatro de operaciones. En ese sentido, se presentaron frente a la rada de Pisagua, el 2 de noviembre del citado año, 20 naves chilenas que transportaban 10.000 hombres con “caballería, artillería, ambulancias y toda clase de vituallas” 1, en ese momento dicho puerto se hallaba custodiado por los batallones paceños ‘Victoria 1’ (500 plazas entre soldados y oficiales) organizado por el médico edil Daniel Núñez del Prado y compuesto en su totalidad por artesanos y el ‘Independencia 3’ (427 hombres, entre soldados y oficiales) constituido por trabajadores del centro minero de Corocoro, comandados por Juan Granier y el cochabambino Pedro P. Vargas, correspondientemente, ambas unidades militares fueron dirigidas por el benemérito sorateño general de brigada Pedro Villamil, entre los defensores también se encontraba una columna mixta nombrada ‘Nacionales de Pisagua’ (200 hombres) al mando del coronel Isaac Recabarren, apoyadas por dos baterías de cañones “sistema Parrot” 3 separados a más de una milla una de otra.
A las 7 de la mañana los buques chilenos iniciaron las hostilidades con el bombardeó a los cañones de tierra, mientras la embarcación Amazonas lanzaba granadas contra las heroicas tropas que esperaban entre las rocas el desembarco. Consecutivamente, se retiraron de sus posiciones y se distribuyeron de la siguiente manera: “los batallones Independencia y Victoria destacaron dos compañías a la falda del cerro próximo a Pisagua Viejo, otra próxima al cementerio y finalmente otra, en la misma Playa Blanca, quedando como reserva, dos compañías en Alto de Hospicio, una del Victoria y la otra del Independencia”, escribió el historiador militar boliviano Fernando Wilde.
Tras dos horas de un intenso fuego los cañones aliados fueron desmontados y las piezas de artillera chilena cesaron por un espacio de cincuenta minutos, el historiador araucano Benjamín Vicuña Mackenna describió que en este momento el Alto Mando chileno discutió otros puntos de desembarco como Junín, Pisagua Viejo e Ilo.
Por otro lado, el general Villamil solicitó el refuerzo de los “batallones Vengadores y Aroma, que estaban, el primero, en la oficina Germania y el segundo, de guarnición en Mejillones. Estos cuerpos eran los que estaban más cerca. Por la noche llegó Vengado-res a San Roberto, donde se nos incorporó. El Aroma, se reunió al siguiente día 3 en Agua Santa, por no haber recibido con oportunidad la orden de llamamiento”, escribió en sus memorias el general Juan Buendía, Jefe del Ejército del Sur.
Al promediar las 10:30 de la mañana, las tropas chilenas iniciaron el desembarco en 44 lanchas o chalupas apoyados por la artillería pesada. El combate cada vez se hacía más intenso, una y otra partida de botes que alcanzaron la playa se topaba con los bravos infantes bolivianos. Sobre ello Julio Díaz Arguedas, narró: “primeros en arribar a la costa, y los que fueron rechazados por los infantes bolivianos del Victoria que llegaron a lanzarse sobre ellos con el agua hasta la cintura, obligando a los lanchones enemigos a volver a sus buques. Repuesto el enemigo, intento un segundo desembarco y luego un tercero y un cuarto por la parte del norte o Pisagua Viejo, donde fue rechazado también por los soldados del Independencia”.
En represalia el enemigo aturdido lanzó bombas incendiarias contra la población, los depósitos de salitre y carbón de piedra em-pezaron a arder junto con los edificios que eran de madera, las gruesas nubes de humo cubrieron Pisagua en tanto que en ella se combatía encarnizadamente.
Como vemos durante la sobrehumana defensa “el valor superaba al heroísmo, pero tuvo que ceder a la inmensa superioridad del enemigo”, anotó el citado general Buendía. El combate duró siete horas y al terminar ésta, las fuerzas chilenas fusilaron cobardemente a los prisioneros y quemaron el Hospital junto con los enfermos y mataron al personal de la sanidad, incluso al Capellán canónigo Pérez. Por otro lado, el general Villamil fue uno de los últimos en retirarse al recoger a los heridos que pudo y los traslado a pie hasta Cuesta Arena.
Entre los jefes y oficiales heridos podemos citar a: “Cleto Pérez, Ricardo Valle, Emilio Calderón y Samuel Pareja. Llevados a Valparaíso fallecieron allí los tres primeros, habiendo salvado la vida solo el último”8. Cada boliviano había combatido contra diez chilenos apoyados por su armada, sobre ello Vicente Ochoa en su diario mencionó: “el capitán Felipe Barra es uno de los mejores héroes de ese combate de leones. Bajó á la playa, con su compañía de 80 hombres y se retiró con seis” 9, otro protagonista fue el sargento segundo Salomé Pérez, miembro del batallón ‘Victoria’, tras caer prisionero lo llevaron a Copiapó de donde escapó y atravesó caminando el desierto y el altiplano hasta llegar al Cuartel General de La Paz, por su sacrificio fue condecorado con una “medalla de plata que llevará grabado en su anverso el escudo nacional y en reverso el siguiente lema: ‘A la fidelidad y constancia del Sargento 2.° Salomé Peréz-1881”, dispuso el decreto emitido el 27 de julio 1881. Según registros chilenos fueron tomados 44 prisioneros bolivianos (7 oficiales y 37 soldados).
Después del combate sobrevivieron 200 soldados del Batallón ‘Victoria 1’ y 24 del ‘Independencia 3’, los cuales se retiraron “en todo orden a la estación de Jazpampa”.
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