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El Tipnis ha vuelto a erigirse en tema de atención nacional ante la inminencia de la construcción de una carretera a través de ese lugar con la venia de los legisladores del gobierno que con un “se le mete nomás” dieron una voltereta a la decisión que habían tomado hace seis años. Por estos días en 2011, medio millar de habitantes del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure decidió marchar hasta La Paz en un trayecto de 600 kilómetros, que duraría poco más de un mes, como recurso extremo para detener la construcción de una carretera que consideraban iba a herir de muerte a su territorio. Los temores de los marchistas cundieron en todo el país, aún más después de que recibieran una paliza inmisericorde de la policía que intentó desbandarlos el 25 de septiembre de aquel año. Cuando, por fin, consiguieron subir las alturas y llegar a La Paz, fueron ovacionados por miles de ciudadanos que desbordaron los controles policiales para dar la bienvenida a quienes consideraron como héroes de una epopeya por salvaguardar uno de los pocos rincones naturales que quedan en el mundo.
Presionado por un movimiento genuino de opinión pública que había desbordado el país, cruzaba mares y llegaba a latitudes lejanas donde poco o nada se sabía de Bolivia, el presidente Morales firmó una ley que declaraba al Tipnis un territorio intangible, que no podía ser tocado. Fue la primera vez que un auténtico movimiento social torció el brazo de la primera autoridad nacional. Este pasado miércoles 9 de agosto, los senadores oficialistas levantaron la mano para aprobar la ley que suprimió la intangibilidad del lugar y dejaron abierto el camino para construir la carretera por el centro del territorio.
(De este episodio marcante de la historia moderna del país tengo algunos capítulos narrativos y testimoniales en mi libro “Labrado en la memoria, anotaciones de un reportero”, editado por Plural y expuesto en la Feria del Libro de La Paz que concluyó el pasado domingo.)
Creo que el gobierno calculó muy mal si creyó que le saldría barato o gratis abrir la cuestión del Tipnis y tenerla resuelta para la campaña electoral de 2019-20 y la re-re-re con la que la mayoría oficialista parece de nuevo entusiasmada. Le está saliendo costoso. Miren ustedes.
Por las redes sociales abundan llamados para la defensa del lugar. La canción de Luis Rico que destaca el coraje de los habitantes del Tipnis resuena en millares de mensajes que recorren las redes. Junto a la canción, se ha vuelto viral la pintura del notable artista riberalteño José Moreno Aparicio que muestra en primer plano una paraba multicolor gigante de colores vistosos, que bate las alas como para aventar peligros sobre los que marchaban para llegar a La Paz hace seis años.
Los llamados a favor del parque y contra el status de tangibilidad que le han conferido los legisladores oficialistas parecen destinados a multiplicarse al aproximarse, en septiembre, el aniversario de la “Masacre de Chaparina”, el lugar donde ocurrió la paliza despiadada ejecutada por la policía y dirigida por autoridades del Ministerio del Interior.
Este movimiento corre independiente de la protesta de los partidos políticos de oposición, que han encontrado en la nueva norma una razón poderosa para actuar en conjunto. Todo cuenta con el aval de una opinión pública cuyo crecimiento luce incontenible, incluso para los propagandistas más empeñosos, pues está recubierta por principios de nobleza indiscutible, como la defensa del medio ambiente y la protección de los pueblos indígenas. Son atributos que todo el mundo ama defender. (O casi todo el mundo). A eso se suma el convencimiento de que la carretera por el lugar tiene el propósito de ampliar las áreas de cultivos de coca, una promesa no desmentida del presidente Morales a los miembros de las federaciones que él también preside.
También hay el convencimiento de que no obstante la inquietud ya provocada por el paso dado por el Legislativo, el debate no ha llegado a su fin y que la controversia reabierta está solo en sus comienzos. En el umbral parecen haber surgido batallas ecológicas y políticas con bajas cuya magnitud aún se desconoce.
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