¡No hay qué hacer! Cuando un árbol crece torcido, nunca se endereza. Crece torcido por siempre y es imposible corregirlo. Ese es un proverbio que sirve como paradigma para comparar cómo el gobierno comete errores y en vez de reconocerlos y corregirlos y no volver a cometerlos, repite el error en forma consuetudinaria, que consiste en olvidar tanto la lógica elemental como la dialéctica.
Yendo al grano, nos referimos a dos casos. El primero fue elegir a los magistrados del Poder Judicial mediante elecciones generales, resultando un fracaso rotundo, lo que, al parecer, finalmente el gobierno reconoció a regañadientes, aunque por su empecinamiento, ahora vuelve a lo mismo. Es más, decide contra viento y marea repetir el error, volviendo a ponerlo en práctica, lo cual raya en el absurdo extremo.
No contento con insistir en esa equivocación en esa forma, ahora cae en otro peor, lo cual ya revela un origen patológico y político. En efecto, el Presidente del Estado decidió que se construya el camino que atraviesa la reserva del Tipnis y adoptó esa decisión después que, en la primera oportunidad que quiso hacerlo, se rompió la cabeza al chocar contra el muro de cemento de la opinión pública en su conjunto, de manera ostensible y a ojos del mundo entero, y que le hicieron congelar el proyecto.
A pesar que esa experiencia, frustrada en la práctica, que demostró que el proyecto caminero estaba desahuciado, no solo en las palabras sino en los hechos, por la resistencia y oposición de todos los sectores de la opinión pública y, además, repudiado debido a la violenta represión policial a indígenas, en el hecho conocido como la “masacre de Chaparina”, ahora se trata de repetir la equivocación como si esa retaliación nunca se hubiese producido y se habría borrado de la memoria popular. En esa forma, el gobierno comete errores no solo una vez, sino en cadena. Es más, no reconoce, ni mucho menos, el error y aún más, lo repite contra todo sentido común y cayendo en el absurdo y el ridículo.
Al respecto, alguna vez el gobierno dictó una medida errónea, como en el caso de una presunta devaluación monetaria y alza del precio de los hidrocarburos, que estuvo a punto de producir una insurrección popular. Y tan pronto se dio cuenta, aunque tardíamente, de que estaba cometiendo el error, paralizó el proyecto, aludiendo que lo hizo “obedeciendo al pueblo” y que en esa inteligencia quedaba archivaba la errónea disposición.
Pero ahora, desconociendo las lecciones prácticas de la vida y la naturaleza, el gobierno persiste en el error con el incondicional apoyo de las cámaras de la Asamblea Legislativa. Persiste en abrir la carretera a través de la reserva del Tipnis, proyecto que ya fue objeto de la oposición general del país, excepto, por supuesto, las filas oficialistas, y que fue considerado como enterrado per sécula seculorum.
Se consideraba que todo tiene remedio, menos la muerte, y que con esa inteligencia el Presidente vetaría la ley respetando sus principios, entre ellos defender a la Madre Tierra y a los indígenas originarios, pero la promulgó en la capital beniana, Trinidad, dando así un salto a un vacío.
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