Los bolivianos cada 6 de agosto recordamos la creación de la República de Bolivia en 1825 y la herida de muerte que provocó Chile al apoderarse de nuestro Litoral que tenía soberanía en el océano Pacífico, incluyendo recursos naturales como oro, plata, salitre y guano, destacándose los yacimientos de cobre, que posteriormente se los reconoció como uno de los más grandes del mundo. Ciudadanos chilenos asociados con empresas transnacionales explotaron e industrializaron los minerales, destacando los yacimientos de cobre, convirtiendo a Chile en una potencia de Sudamérica, por su poder bélico y económico.
Esta herida que aún sangra produce en los bolivianos tristeza que hace brotar lágrimas cada 6 de agosto, recordando la creación de la Patria y las palabras del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, que dijo: “En el retiro de mi vida veré mis cicatrices y nunca me arrepentiré de llevarlas cuando recuerde que para formar a Bolivia preferí el imperio de la ley a ser su verdugo o su tirano”.
Asimismo, el señor Mario Alfonso Ibáñez en un artículo publicado en EL DIARIO (6/8/2017) expresó: “¿Qué es ser patriota?, una persona que tiene amor a la Patria. ¿Qué es ser patriotero?, persona que exageradamente presume de afecto por la Patria y hace lo contrario”. También escribió: “Hoy solo tenemos una Bolivia caminando por el túnel del encuevamiento, la miseria en las áreas rurales, y la pobreza en las ciudades. Frente a tamañas adversidades, ahora le corresponde al pueblo reflexionar sobre los errores pasados y los del presente a fin de hacer de Bolivia un país económicamente fuerte, socialmente justo y políticamente soberano”. Agregó: “Necesitamos gobernantes que practiquen la austeridad en el gasto público y éste sea prioritariamente para salud y educación y no sea para obras superfluas de interés solamente político. El pueblo espera que nuestros gobernantes tengan la suficiente responsabilidad para respetar rigurosamente la Constitución y las leyes, a fin de que el colectivo ciudadano obre de la misma manera, conociendo sus deberes y obligaciones y así se pueda evitar los conflictos socio-laborales que hacen daño a la Patria”.
Los bolivianos tampoco podemos olvidar que la señora Ana María Romero de Campero manifestó en un artículo titulado Un pedacito de mar: “Es feo nacer con la sensación de que a uno le han amputado un pedazo de su ser. Cuando uno llega a la madurez se siente urgido de hacer algo para que sus hijos no carguen en sus espaldas el terrible peso de una derrota, cuyas consecuencias nos afectan en muchos sentidos. En esas circunstancias no podemos dejar de pensar: ¡Ah, si esas costas no hubieran estado llenas de salitre, el mar seguiría siendo nuestro! ¡Si el cobre de Chuquicamata no hubiera estado en territorio boliviano!... Otra sería la historia”… “No vamos a ponernos a discutir quién tuvo un mejor ejército. Qué soldados estuvieron mejor pertrechados, mejor alimentados, mejor guiados. El resultado está a la vista. Hoy mismo la diferencia entre unos y otros es abismal. Por eso mismo, no comprendo cuál es la razón por la cual la frontera que hoy nos separa (¡cuando podría unirnos!) está totalmente minada. ¡Ay de quien se atreva a cruzarla, volará por los aires! Ya sé que si fuera por usted, el pedacito de mar que le toca nos lo devuelve. Se lo agradezco de veras. Esa es la manera que tiene el pueblo de Chile de mostrarnos su solidaridad y su cariño. De decirnos que no quería esa guerra, que nadie le consultó para hacerla, pero que había intereses muy fuertes que se movían entonces, como se mueven hoy, para sentar sus reales allá donde hay recursos naturales. Queremos sólo un pedacito, pero... nuestro”.
“Pese a los años que andamos separados, nuestra relación con el Pacífico es pasional. No lo olvidamos y él tampoco. Hace poco nos mandó unas mensajeras. Son gaviotas que llegaron en un vagón de ferrocarril que traía trigo y que ahora revolotean sobre el río Choqueyapu en La Paz. Cuando las veo, perdidas, planeando sobre esas aguas como si fueran las del mar, no puedo dejar de pensar que están como nosotros los bolivianos, añorando algo que perdieron y les hace falta. “Quién pudiera volver junto a ellas a su hábitat natural”.
Son realidades para sentirnos tristes y derramar lágrimas por la pérdida de nuestro litoral.
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