La corrupción de la moral pública es uno de los signos más claros de los tiempos que vivimos. Hoy la moral es una materia en desuso, sin embargo ella es el parámetro que marca el verdadero grado de evolución de una sociedad. Sólo sobre la base de fundamentos morales, los países pueden alcanzar grados de evolución elevados.
Los padres, más preocupados por luchar por la vida, no dan el ejemplo ni la reivindican en el hogar. Lo propio sucede en escuelas, colegios y universidades. Tampoco los medios de comunicación social tienen interés en ello. Los gobiernos, ni hablar, ellos juegan en el bando contrario. Lógicamente que toda regla tiene su excepción, por desgracia son golondrinas que no pueden hacer verano.
¿Acaso es posible tener una sociedad moral en estas condiciones? ¿Acaso podemos tener políticos, jueces y ciudadanos honestos en estas condiciones? ¿Acaso no estamos cosechando lo sembrado? Nuestros abuelos estudiaban El Manual de Carreño, donde aprendían los deberes morales del hombre.
La brutal corrupción que se observa en Bolivia y el continente es un resultado natural de la falta de moral imperante. El relativismo moral hace que nuestra gente venda su alma al diablo por conseguir fortuna. Ya no importa cómo, lo que importa es tener plata y listo.
En Bolivia vivimos la peor época de corrupción de la historia, la cleptocracia brilla en todo su esplendor. Los populistas salieron de lo peor. ¡Y cómo no iba a ser así, si sacaron a Cristo del palacio y lo remplazaron por brujos!
“En Latinoamérica hay un antes y un después del escándalo Lava Jato. La gigantesca investigación por corrupción originada en Brasil se extendió rápidamente a otras naciones, sobre todo después de reconocer la constructora Odebrecht, ante las autoridades estadounidenses, haber pagado sobornos en varios países (eltiempo.com)”. Lula, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala ya están metidos en el baile, la investigación prosigue, pronto también se conocerá sus metástasis en Bolivia. La aparición del juez Sergio Moro es una bocanada de aire fresco, entre tanta inmoralidad.
Necesitamos reivindicar la moral. ¡Y no es que me la quiera dar de moralista!, eso sí, ya estoy hastiado de la podredumbre en que vivimos.
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