Depredación forestal


 

Causa profundo sentimiento público que haya una actitud cívica tan desaprensiva en alguna gente que no tiene miramiento con los daños que se puede producir en el país, todo por obtener ganancias sin responsabilidad alguna.

Esto está sucediendo con la riqueza forestal, que cada vez se la agrede más, sin considerar que es vital su conservación y si es posible su crecimiento, por los beneficios bienhechores que genera para los seres humanos, no solo de Bolivia sino del mundo. Aparte de ello, no se tiene en consideración que entre las víctimas de la falta de un medio ambiente sano y saludable estarán sus propios hijos y sus generaciones futuras. Pues se les dejará un país convertido poco menos que en erial.

La primera apelación es la que corresponde hacer a los que, por ser dueños de tierras, especialmente en la región oriental, no tienen ni idea del atentado que cometen al depredar los bosques.

Una última información, publicada el pasado lunes por EL DIARIO, refiere que en el Chaco, al sur del país, diariamente se pierde 930 hectáreas de bosques, por la explotación irracional a que se los somete.

La constatación de este horror no proviene precisamente de organizaciones bolivianas, sino que, esta vez al menos, la entidad paraguaya Guyra ha establecido, mediante monitoreos mensuales que en el Gran Chaco boliviano nadie pone límite a la agresión que se comete contra sus bosques.

Es una monstruosidad que durante todo el año se proceda a su deforestación. De esta manera, entre enero a mayo de este año se ha deforestado la elevada cantidad de 34.734 hectáreas. Este es un inmenso espacio territorial que se priva de su principal riqueza, que es la forestal.

Es sabido que los árboles producen distintos frutos, por lo tanto lo que puede estar permitido es aprovecharlos, no solamente para consumirlos como tales, sino industrializarlos. De esta manera, lo que derivaría de ello es que se puede seguir ampliando el área forestal, pero, al mismo tiempo, aprovecharlo como riqueza para fines alimenticios, sea como bebidas o como alimentos, a través de su procesamiento.

Es lamentable que exista gente que no tenga noción del atentado que está cometiendo con la deforestación y, de esta manera, impedir que semejante riqueza sea aprovechada con fines alimenticios. Al mismo tiempo, es una condenable falta de visión acabar con una riqueza que posee tantos valores alimenticios, como medio ambientales.

En todo caso, una vez que se observa semejante depredación, lo correcto es que las autoridades correspondientes tomen medidas punitivas para impedir que se siga cometiendo un delito humano, porque ese alcance tiene el deforestar los bosques.

Los expertos de escala internacional aprecian en sumo grado que las tierras bolivianas sean una de las importantes proveedoras de oxígeno en el mundo. Por tanto, es por lo menos una vergüenza que en el país no se tome en cuenta ese rol que cumple a escala mundial con su rica forestación.

En este caso, sin proponérselo mayormente, Bolivia es uno de los países de excepción que presta tan eminente servicio a la humanidad. Sus habitantes deberían estar orgullosos de este prestigio que les confiere su riqueza forestal.

Empero, al paso que se va en el país, se perderá esa condición honrosa, y en poco tiempo más puede convertirse en vergüenza internacional, al dejar de cumplir ese rol distinguido, por la avidez de unos pocos bolivianos, carentes de conciencia social y de visión de patria, al deforestar las tierras de las áreas cálidas.

Al llegarse a esta conclusión, sorprende que no la compartan las autoridades nacionales respectivas y no procedan a evitar que se siga incurriendo en tan monstruoso delito. Es tal, porque están impidiendo la buena salud de miles de personas que habitan no solo en Bolivia, sino en el mundo.

Los deforestadores deberían percatarse de ello y también aquellos que aprovechan la madera y se hacen ricos con un bien público, cuando en los hechos están actuando como delincuentes, al utilizar para este efecto una riqueza nacional. Por ser tal, sus autores deberían ser castigados con multas e inclusive con reclusiones carcelarias.

Pues al matar un árbol, es también como si se estuviera quitando la vida a un ser humano, que deja de cumplir el rol benéfico que la naturaleza le ha conferido, producir oxígeno, que es vital para la existencia social.

 
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