Xavier Albó
El lema “Carretera sí, pero no por ahí” ya se usó bastante en los años 2010-2013, y ahora lo encuentro de nuevo en el título de una de las demandas de inconstitucionalidad de la nueva Ley 266 (19 agosto 2017). Como ya temíamos, el rodillo parlamentario apoyó la determinación de anular la intangibilidad del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (Tipnis); pero sigue en espera el reglamento para otras precisiones, una de las cuales es “¿por dónde debería pasar la carretera?”.
Se ha argüido ya bastante un dato obvio que no sé si fue tomado en cuenta por el mencionado “rodillo” parlamentario: el Tramo II favorece solo a unas pocas comunidades, pues la gran mayoría está aguas abajo de alguno de los tres ríos Isiboro, Ichoa y Sécure, o de sus afluentes hacia su confluencia en el noreste. De modo que para llegar a la nueva carretera tardarían varios días arribando contracorriente, lo que es además mucho más lento y costoso en términos de combustible. Por lo que esta supuesta ventaja vial sería más bien una desventaja: las comunidades seguirán prefiriendo salir aguas abajo directo a Trinidad. Hay, por tanto, en esa preferencia otras razones ocultas o compromisos previos que no se quieren debatir.
La más obvia es la coca, de la que ya hablé en mi anterior artículo. Expandirse más allá de la línea roja es el gran deseo de los cocaleros, quienes ya se han apoderado del Polígono 7; de sus hijos, y de otros nuevos colonizadores que deseen entrar al interior de esa área protegida.
Dentro de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), una carretera interoceánica en la región facilitaría cualquier exportación por el Pacífico sin necesidad de dar la vuelta por el Estrecho de Magallanes. Esto permitiría hacer en un día (hasta un máximo de cinco, según por donde se vaya) lo que ahora supone muchos días más (quizás 60), con los gastos adicionales en plata y tiempo. Sin embargo, ya existe una vía alternativa desde Sao Paulo, en gran parte pavimentada, algo más al norte, por Río Branco y Bolpebra, donde hay un gran puente internacional entre Asís (Brasil) e Iñapari (Perú). Meses atrás visité la TCO Yaminawa, fui desde Cobija-Brasilea por ese camino asfaltado hasta Asís, donde me esperaban en canoa, pero cargamos combustible más barato en Iñapari.
Hay otro riesgo más local que no ha sido casi comentado, hasta que en noches pasadas escuché las explicaciones muy pedagógicas (con chuvis, mapas y gráficos) del ingeniero hidrólogo Roger Carvajal, llegado desde La Paz para este fin. En síntesis, según explica Carvajal, si se expanden los cultivos en el Tipnis, hasta ahora intangible (con sus bemoles) y se convierte en algo así como el Polígono 7, se agotarían las fuentes de agua de la Cordillera, que se alimentan gracias a los servicios ecológicos de ese parque natural.
El punto clave es que actualmente el Tipnis se nutre sobre todo de nubes a gran altura cargadas de agua que se mantienen elevadas hasta chocar con la Cordillera; cuando ello ocurre descargar el agua que llena los embalses y demás fuentes de este vital elemento que tanto necesitamos. Estos reservorios de agua se han mantenido cargados gracias a los bosques espesos del núcleo central del Tipnis. Pero si desaparece esta mancha central de bosque virgen, las nubes altas se dispersarían por diversas partes, sin llegar a chocar con la Cordillera ni proveer, por tanto, de agua a sus fuentes y lagunas de las que depende nuestro sistema hídrico. Y resultado de ello las sequías serían muchos más severas. Bolivia es ahora uno de los países con mayores reservas de agua dulce, pero uno de los últimos en aprovecharlas con eficacia.
El autor es antropólogo, lingüista y jesuita.
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