[Armando Mariaca]

Derechos de la mujer son vulnerados por machismos


El hecho de que hay conductas contrarias a los derechos humanos y cuyas víctimas son especialmente las mujeres, es algo alarmante que ocurre en el país y que en los últimos tiempos se produce casi a diario con la consumación de insultos, golpizas, empujones, golpes arteros, maltratos de toda laya y hasta violaciones y crímenes contra las mujeres. La sociedad boliviana, en diversos sitios, ve azorada cómo el machismo ejercido por la cobardía de muchos hombres, se manifiesta con hechos contrarios a los mínimos respetos y consideraciones que merecen las mujeres sin importar su condición social, religiosa, política, económica o de cualquier clase.

La mayoría de los bolivianos, especialmente hombres, tenemos conciencia cabal de las condiciones, virtudes, dones y calidad de la mujer; ella, en general, es sostén de los hogares y parte fundamental de la vida de todos los hombres; como madre es, prácticamente, un pedazo de Dios porque en esa condición hace práctica de dedicación, amor, apoyo, honestidad, transparencia y dignidad; es un ejemplo de virtudes y valores que transmite a sus hijos y que, en muchos casos, hacen la vida de los hombres. Hay conciencia, pues, de lo que es y representa en la vida del país.

Quienes practican el machismo, que no es otra cosa que cobardía carente de toda virtud, son los violadores y abusivos que, por machismo, consideran a la mujer un simple instrumento sexual o medio para dar pábulo a sus desenfrenos, para mostrar cuán bajo han caído y para “hacerse sentir” como poseedores de poderes absolutos al creerse superiores; esos hombres no son nada más que equivocaciones de la misma naturaleza y cuyas madres deben ser las primeras en condenar esas conductas ajenas a todo sentimiento de bondad y amor, de respeto y consideración que ellas inculcaron en sus hijos, pero sin resultados.

Muchas veces y casi a diario se sabe de asaltos, secuestros, violaciones, maltratos con golpes y palizas acompañadas de insultos y palabras soeces, inclusive a aquellas que pertenecen a la misma familia o son parte de la comunidad. Son inconductas que no tienen justificación y lo increíble es que hasta se producen esos excesos en sitios públicos, como lo ocurrido hace muy poco con el caso de una diputada que, por ejercer sus derechos de parlamentaria, fue maltratada, empujada y ofendida en su dignidad por quien, poseedor de un alto cargo político, usó malas inclinaciones para ofenderla y, con ella, a todas las mujeres del país.

Quienes cometen la aberración de violar a mujeres, especialmente los que lo hacen con sus familiares y con niños merecen las sanciones más drásticas y, además, ser privados de sus condiciones sexuales porque, al pasar por alto sus delitos, lo único que se hace es impulsarlos a cometerlos nuevamente porque las sanciones tibias resultan premios a su maldad.

Existen muchas disposiciones legales en favor de la mujer; hay mucho que tiene que ver con sanciones muy fuertes contra quienes cometen tropelías y delitos contra las mujeres; disposiciones que sancionan hasta las ofensas de palabra y acusaciones injustas; hay legislación contra los asesinatos a mujeres (no “feminicidios” que es adjetivo que no es otra que eufemismo) para juzgar y sancionar las violaciones, los secuestros y otros delitos, pero que en la realidad resultan simples enunciados sin valor alguno porque quedan en los papeles.

Las autoridades, ante hechos criminales cometidos contra la mujer, no adoptan medidas punitivas de ninguna clase o, lo más que hacen es que los autores de crímenes purguen su falta en cárceles de las que salen libres en corto tiempo sin haber cumplido una mínima sentencia; en casos, se otorga ante la Policía “un documento de garantías” que nadie cumple. Pocos, muy pocos son los casos sancionados efectivamente y que tengan resultados a futuro y resulten precedentes.

El gobierno, cuya misión es hacer cumplir las leyes, tendría que adoptar medidas enérgicas contra todo lo que signifique atentado o crimen contra la mujer y, además, disponer que hasta los insultos y expresiones de machismo o efecto de complejos, que es cobarde en todo sentido, sea sancionado sin importar la condición política o social del autor de los hechos.

La mujer, por principio, debe ser respetada y rodeada de los mejores cuidados y atenciones, consideraciones y respeto; no cumplir estas premisas elementales significa que hay nomeimportismo e indiferencia por parte de los que, por moral y en cumplimiento de disposiciones legales, deben cumplir.

 
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