[Álvaro Zuazo]

Políticamente incorrecto

El enemigo es el Estado


Suena muy fuerte, pero esta es hoy la conclusión de muchos intelectuales occidentales; y no anarquistas sino de diversas vertientes: “El enemigo es el Estado”.

En otra columna había expuesto el concepto del Estado Minotauro, del pensador francés Bernard de Jouvenel. Según él, el nuevo Estado tiende a ser hegemónico y totalitario y termina por, en vez de servir, o con la excusa de hacerlo, devorar a sus propios ciudadanos al obligarles a una uniformización de ideas y vida que termina por arrebatárselas.

En días pasados, estuvo en La Paz el intelectual español Alejandro Navas para advertir sobre este y otros problemas que hoy aquejan a Occidente. Baste señalar que la Unión Europea ha construido un laberinto burocrático que reglamenta casi todo: desde la edificación de una casa hasta la elaboración de una elemental ensalada rusa.

Así, el estado de bienestar, cuyos orígenes inmediatos se encuentran en la Inglaterra de postguerra, se apropia de la vida de la persona humana desde el nacimiento hasta la muerte. Como diría Jouvenel: “Nosotros te traemos al mundo y nosotros te enterramos”.

El concepto parecería generoso si no fuera que, para ello, el ciudadano está obligado a dejar de lado su propia iniciativa, su libertad y a convertirse en un ente que lo espera todo de ese súper Estado. En buena medida, para garantizarse una seguridad social y ante cualquier enemigo interno o externo. Pero esto último, puestos ante la amenaza de la yihad, parece imposible hoy de asegurar. Entonces, las certezas caen como un castillo de naipes.

El propio Solzhenitsyn, víctima del gulag soviético, advirtió antes de su muerte (2008) que éste es incluso más totalitario que el estalinista que le tocó sufrir en carne propia, por ese su afán de controlarlo y determinarlo todo, desde el nacimiento hasta la muerte del individuo. La respuesta de Occidente fue ignorarlo, cuando no acallarlo, en los grandes medios.

Pero ese no es el único problema de este Estado. Tiene dos más, muy graves: su población decrece por una caída sostenida en los índices de natalidad, y su financiamiento por falta de trabajadores activos hace impagable su costo. En efecto, producto de los avances médicos y una mejor calidad de vida material, hoy el hombre puede vivir más años que décadas atrás, y esta longevidad es cada vez más difícil de costear.

Navas recuerda que ante esto el riesgo es la implantación extendida de la Eutanasia, es decir, de matar a individuos sanos sólo por ser ya mayores. “En Holanda, las personas mayores prefieren hacerse atender en Alemania, porque saben que corren el riesgo de que en su país se opte por su Eutanasia”, agrega.

El propio Navas afirma que “la izquierda es cada vez más hostil a la familia”, mientras que la derecha parece apoltronada en esa postura ajena. “Sólo en Alemania el partido Liberal ha planteado defender a la familia, con la opción del voto familiar”, agrega. De modo que, los políticos sepan que quien no defienda a la familia como núcleo básico de la sociedad, será castigado por el voto contrario desde esa célula.

En Bolivia, vemos que ese Estado Minotauro crece, también con el intento de implantar el aborto. ¿Si los padres están dispuestos a cortar la vida de un niño propio por nacer, qué de sentido de la vida, de su dignidad y de familia pueden concebir?

El problema en nuestras tierras es mayor, no sólo porque no se goza en los hechos de las ventajas, que las tiene en medio de sus contradicciones, del estado de bienestar. Tampoco vivimos en un Estado de derecho pleno (cuyo origen se remonta a Bismark), que es, pese a sus propias debilidades, el verdadero constructor de cualquier civilización democrática.

Si revisamos las tres condiciones básicas para hablar de la vigencia del estado de derecho en Bolivia: elecciones democráticas, imperio de la ley y separación de los poderes, veremos que con suerte cumplimos sólo la primera. Y ella misma está en discusión, si se considera que el Gobierno pretende ignorar, por ejemplo, la votación del 21F.

 
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