La crisis del agua es un mal que tiende a afectar a la mayoría de los países sin que, al menos de momento, hayan soluciones que amortigüen su carencia. En los países ricos y desarrollados se han adoptado permanentemente medidas tendientes a prevenir y asegurar que este líquido no falte, que su provisión a los centros poblados y a las áreas rurales e industriales sea normal; pero, ello no es posible en países del Cuarto y Tercer Mundo donde las condiciones de pobreza y subdesarrollo impiden inversiones con miras a construir embalses y represas para asegurarse la provisión debida.
Sin embargo de todo lo que hacen las naciones con posibilidades financieras y tecnológicas, hay regiones que adolecen ya del problema; un caso es el estado de California en los Estados Unidos que sufre por la carencia no solamente para la agricultura sino para uso de las mismas ciudades. En el área rural, por ejemplo, se ha decidido sembrar nogales (árbol de la nuez) sólo el 50% de lo que normalmente se cultivaba; así, en muchos sitios se adoptan medidas para ahorrar agua, para reducir su consumo y para prevenir su falta a largo plazo; pero, no obstante todo lo que se hace, estudiosos del problema consideran que se agravará mucho el caso.
Estudios realizados por científicos y especialistas dan a conocer que sería posible utilizar agua de los océanos pero con mucha dificultad porque la desalinización implicaría inversiones muy fuertes y, para el caso de los países que no puedan hacerlo, casi imposible. Desalinizar las aguas es proceso que ya se realiza en muchos lugares del mundo mediante procedimientos especiales pero carísimos y un sistema, tal vez el más utilizado, es hervir el agua pero su costo es muy alto porque implica uso de mucha energía. Hay casos, especialmente por razones humanitarias, en que algunos barcos de Estados Unidos, especialmente en sitios cercanos a países muy necesitados, se desaliniza el agua de mar.
Hay poblaciones del orbe -especialmente del África -que no cuentan con agua, que dependen de provisiones ocasionales que instituciones y gobiernos les hacen llegar; son miles las personas que están privadas del aseo y del consumo para la preparación de sus alimentos y, en muchos casos, recurren a charcos y sitios contaminados que les ocasiona infecciones y hasta la muerte de niños, especialmente los recién nacidos porque sus madres, con senos flácidos por no tener leche, no pueden alimentarlos. Estos cuadros dramáticos -similares a lo que ocurrió en Biafra en 1968- se complican mucho más porque contingentes de guerrilleros tribales que desencadenan periódicamente asaltos y matanzas destruyen sistemas de provisión acuífera consumen el agua que llega en cisternas para la población. Siria y Nigeria son casos patéticos en que las guerras han privado de agua a millones de personas y los más damnificados son los niños.
Muchos países han construido embalses y represas que no siempre pueden ser llenados por ríos que agotan sus aguas debido a que en las alturas el excesivo calor da lugar a deshielos o secan las vertientes proveedoras de agua. Estos son gravísimos problemas de los países del Cuarto Mundo especialmente porque no cuentan con los recursos para desalinizar agua del mar (si tienen costas) por los altos costos que ello significa y, si no hay energía eléctrica o de otra naturaleza para atender sus premiosas necesidades, menos puede haber para hervir el agua salada y conseguir la potable requerida.
El problema del agua no es pues solamente para los países pobres y subdesarrollados porque en todos los continentes, sin distinción alguna, las naciones tienden a sufrir una carencia que, por imprevisión y mal uso de la existente, no se ha cuidado.
En Bolivia, desde noviembre de 2016 sufrimos el grave problema y por todo lo que se informa, hay pocas posibilidades de que en poco tiempo pueda tener algún paliativo esta falta que tiende a agravarse seriamente no solamente por la acción de la naturaleza que debido al deshielo, los ríos contienen poca cantidad y los embalses o represas no reciben los caudales necesarios; si a este problema se agrega la falta de inversiones y la imprevisión de las autoridades, se tendrá que lamentar exceso de racionamientos hasta llegar a una falta crónica. A principio de la crisis (noviembre 2016) el gobierno anunció haber presupuestado, más o menos, “80 millones de bolivianos para solucionar el problema”; pero, nunca se supo en qué se podía invertir monto tan exiguo si la construcción de embalses y represas tiene costos millonarios.
Lo grave es que, especialmente en La Paz, la población no aprendió de la crisis sufrida y, en muchos casos, abusa y desperdicia agua como es el caso de muchas personas poseedoras de jardines o, peor, los lavaderos de autos que dejan sueltas las mangueras con agua que inunda las calles. Como parece que no hay forma de evitar el despilfarro, lo práctico sería adoptar la siguiente medida que ya se aplicó en varias ciudades del mundo: fijar cupos racionales de agua y cobrar las tarifas correspondientes; pero, los excesos deben pagarse conforme al consumo o sea enviar la factura por el monto establecido como gasto máximo y conforme más se utilice, cobrar las diferencias y no faltarán casos en que la cuenta sea por cinco, diez o más veces de lo fijado para el gasto máximo. Esta forma sería la única para que se tome conciencia de que no debe ni puede abusarse del agua que es bien para todos y que es imprescindible; quienes hayan recibido facturas por gastos excesivos y consiguientes montos en dinero, aprenderán a ahorrar y evitar el uso indebido.
Cualquier medida que se tome para utilizar responsablemente y con sentido de bien común el agua, será impopular y despertará reacciones y protestas, pero la realidad impone todo sacrificio. El agua es un derecho humano imprescindible para la vida y, en atención a ella misma, se la debe utilizar con responsabilidad. En todo caso es el gobierno el que debería tener conciencia de ello reforestando el territorio, construyendo represas y actuar con sinceridad, sin subterfugios ni engaños ante la población encarando honesta y responsablemente lo que tiene que hacerse en previsión de que el drama actual no se haga tragedia.
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