Durante las semanas anteriores, con mucha persistencia, día tras día, volvimos a escuchar una serie de “estribillos”, añejos por cierto, y que al parecer demuestran ya ser inútiles, porque “nadie les hace caso”, según mucha gente. Repetían aquellos bloqueadores de vías públicas y manifestantes, hasta el cansancio: “fusil, metralla, el pueblo no se calla; fusil, metralla…; por culpa del alcalde estamos en las calles…; gremiales de pie, nunca de rodillas…; fuerza, fuerza, fuerza, fuerza compañeros, que la lucha es dura, pero venceremos; ahora es cuando c…; si esto no es el pueblo, el pueblo dónde está, si esto …; achuete, achuete, el (aludido) es un alcahuete; entre muchos otros.
Para comenzar, que las autoridades municipales hayan utilizado fusil o metralla contra los manifestantes ya resulta absurdo. Que por culpa del alcalde o cualquier autoridad estén en las calles quienes protestan, puede ser, pero ¿la dirigencia no tiene algo de culpa? Si los manifestantes exclusivamente “son el pueblo”, ¿qué de los demás habitantes? Gremiales de pie, nunca de rodillas (tomado de “El Alto de pie…”), es obvio que todos tenemos que permanecer de pie no sólo ante una serie de conflictos, sino en todo momento. Ahora es cuando c… ¿no pudo darse antes el reclamo u observación? Por donde se vea, parecieran ser estribillos ya inútiles, sumado a esa vocinglería sin sentido el uso de petardos que lo único que logran es fastidiar a los transeúntes, y menos a las autoridades cuestionadas, por lo que sería mejor que modifiquen sus eslóganes y sus métodos de protesta.
En cuanto al otro tema, hasta hace muchos años era usual encontrar una librería casi en cada barrio, y en el centro capitalino. En estos establecimientos los padres de familia, estudiantes, y el público en general, podían abastecerse de cuadernos, libros para los distintos ciclos educativos -particularmente primaria- tizas, pizarras, papel madera, sábana, crepé, bond, cebolla; lápices, gomas de borrar, bolígrafos, reglas, marcadores, cartulina, tajadores, diversos tipos de láminas sobre el cuerpo humano, banderas, escudos, atlas escolar, diccionarios, el tradicional prontuario escolar, etc. etc., y donde incluso le extendían su correspondiente factura.
Hoy, prácticamente han desaparecido. Cuando requieren algún material, por ejemplo papel sábana, los papás se ven en figurillas, pues deben recorrer muchas cuadras de sus zonas, y no encuentran dónde adquirirlo. Resulta que actualmente todo se ha concentrado en la denominada “Tablada”, donde hay enormes galpones, y lamentablemente nadie le extiende el recibo fiscal. La gente extraña las librerías de barrio, en las cuales otrora, a tempranas horas y hasta por las noches, podían comprar lo que necesitaban, mientras que ahora ya no existe esa posibilidad. La competencia desleal, dicen, acabó por liquidarlas, y no les quedó más remedio que cerrar sus puertas. Pueden parecer añejadas, empero, no deja de ser una realidad, más allá de la “supervivencia” de alguna que otra librería de renombre.
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