Desde la tierra
Según el diccionario de la lengua española, la convulsión es la agitación violenta de grupos sociales o políticos que buscan o pretenden algo, es decir grupos u organizaciones (denominados movimientos sociales) que se movilizan en acciones de presión, en especial contra las autoridades político-administrativas del Estado, en procura de conseguir alguna medida de gobierno que los beneficie.
El actual régimen de gobierno en nuestro país, de corte populista con ingredientes indigenistas, izquierdistas de corte marxista y hasta liberales, desde el inicio de su gestión (2006) proclamó que el contenido humano social de su base social eran los denominados “movimientos sociales”, que en Ciencia Política no son otra cosa que “grupos de presión y grupos de interés”, y en consecuencia para conseguir sus objetivos de grupo, provocan situaciones de convulsión que afectan la normalidad en el desarrollo de las actividades de la sociedad, perjudicando económicamente el desarrollo de las actividades económicas, como es el caso del turismo, que no puede desarrollar sus actividades en el lago Titicaca, o de los ciudadanos que no pueden ejercer sus actividades comerciales por el bloqueo de algunos grupos de gremiales en las calles de nuestra ciudad, o la presencia de mujeres de la localidad de Achacachi que hace ya varios días están en protesta en las puertas de uno de los edificios donde se encuentran los tribunales de justicia, reclamando por la libertad de algunos dirigentes vecinales y cívicos que han sido encarcelados debido a los hechos ocurridos ya hace meses en esa ciudad intermedia, en la que piden la renuncia del Alcalde.
Los grupos de presión e interés son, como su nombre lo indica, agrupaciones de individuos que tienen en común alguna actividad, en especial económica, aunque pueden tener cualquier actividad, ya que en cualquier momento, todo grupo humano que tenga intereses comunes puede convertirse en un grupo de presión. Se denominan grupos de presión porque presionan a las autoridades, en procura de obtener algún beneficio para su grupo.
Los grupos de interés no siempre presionan, pues suelen infiltrarse en el poder político (caso de los cooperativistas mineros y sindicato cocaleros) sin ser partido como tal, pero siempre tienen intereses de grupo.
Los medios de presión suelen ser persuasivos o de “lobby”, prebendalistas o violentos, en este último caso con bloqueos, marchas y actos de violencia.
Los medios de presión e interés, es decir los movimientos sociales, no tienen como los partidos visión de país, sino que los unen sus intereses de grupo y cuando éstos no son satisfechos, recurren a los actos de presión. Es el caso de los cooperativistas mineros, que pese a estar en los esquemas de gobierno, tuvieron encuentros con la policía y hasta la muerte de cinco mineros y una autoridad de segundo nivel ministerial, cuando sus intereses estaban en contraposición a políticas de gobierno. Lo mismo con los cocaleros de Yungas, que pese a haber sido parte importante del esquema gubernativo actual, acabaron enfrentados a éste, pues sus intereses primaron, anteponiéndose a su inclinación política.
Muchos ciudadanos el año 2006 votaron por el MAS y su candidato que emergió de los sindicatos de productores de la hoja de coca en el Chapare cochabambino, con el argumento de evitar que éste desestabilice a otro gobierno que no sea el suyo, como lo había advertido, y que entregándole el poder político, estaríamos alejados de la convulsión social, lo que no ha sucedido, debido precisamente a la conformación de su estructura política, que reunió a los movimientos sociales en un aparato de organización que no es un partido, sino un conjunto de grupos de presión y grupos de interés.
Si bien gracias a los elevados precios de las materias primas que exportamos al exterior, como nunca hemos tenido elevados ingresos, éstos han servido para dar “oxígeno económico” al régimen que, con habilidad de los funcionarios que administraron la economía, inundó el país con circulante, que dio al pueblo la irreal imagen de haber superado la endémica pobreza, cuando en verdad seguimos siendo pobres, aunque los oficialistas declaren que ya no somos pobres, seguramente confundiendo su situación personal con la general.
La convulsión social es el efecto de lo contrario del bienestar, es decir la inconformidad con las políticas populistas del régimen.
El autor es abogado y politólogo.
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