El proceso constitucional para la realización del acto público destinado a elegir al cuerpo de magistrados de la institución estatal más alta de la República, el Órgano Judicial, dio un paso importante al pasar, aunque con notables dificultades, de la Asamblea Legislativa a la Corte Electoral la disposición legal para proceder a la elección popular de esos funcionarios. En ese poder estatal también recibirá un tratamiento particular que le muestre un camino expedito de bloqueos y marchas, que le conduzcan triunfalmente a la magna fecha del 3 de diciembre, fecha en la que el pueblo depositará su voto para que el país tenga una debida administración de justicia.
Pero para decidir en el asunto, en el Poder Ejecutivo debió correr mucha agua bajo los puentes. En primer lugar, debió superar una etapa interminable de grandes escollos y piedras en el camino y, en segundo lugar, para salvar las horcas caudinas del Órgano Legislativo, debió hacer un recorrido por una vía escabrosa y llena de abrojos, amenazado desde el primer día por candentes y abruptos debates, causando pésima impresión en la opinión pública y haciendo ver que desde la convocatoria para elegir a los candidatos a magistrados, el proyecto para elegir nuevos magistrados andaba con muy escasas perspectivas de salir airoso.
Esas características se fortalecieron tanto por la actitud crítica de las universidades (en especial las de San Andrés, de La Paz y San Simón, de Cochabamba), diversas instituciones sociales, culturales y partidos políticos que descalificaron el procedimiento para elegir magistrados y observaron que solo se estaba “cocinando” la elección de candidatos oficialistas, algunos de ellos descalificados.
A la par de esas observaciones, autoridades y asambleístas del oficialismo no dejaron de echar leña al fuego, emitiendo comentarios agresivos y hasta impolíticos sobre el curso del tratamiento de la disposición legislativa, abriendo así un ambiente social negativo, al que se sumaron noticias de nuevos actos de corrupción de funcionarios judiciales y la necesidad de adoptar una nueva forma de elección de magistrados en vez del tradicional por el sistema del “dedo”.
En esa forma, para que la nave de la elección de magistrados llegue a su etapa final, debió pasar por medio de un mar huracanado, en medio de escollos visibles e invisibles. Así, el Órgano legislativo aprobó el proyecto, aunque, como se señaló, estaba repitiendo el error de la anterior elección de magistrados, que fue un fracaso absoluto, tanto en el procedimiento como en los objetivos, sin tener en cuenta que lo que debió haberse hecho fue reconocer el error y no repetirlo.
Para cerrar con broche de oro el controvertido proceso parlamentario, no escasearon críticas y elogios para la selección de los candidatos a magistrados y mientras los opositores la rechazaron de plano y levantaron la bandera del “voto nulo”, funcionarios de alta categoría del régimen proclamaron que se trató de una elección “exquisita”.
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