El sentido de mi trabajo es descubrir si Alcides Arguedas fue o no un pensador anacrónico. Creo que un enfoque crítico alrededor de Arguedas puede ser estimulante hoy en día. Me pregunto si fue un pensador sólo para la generación del siglo pasado. En este contexto considero fructífero explicarme a mí misma si Arguedas era un progresista o un odiador de lo boliviano. Las obras arguedianas más conocidas y discutidas son: “Pueblo Enfermo”, estudio sociológico, su “Historia General de Bolivia”, que inicia la escuela interpretativa pesimista de la historia nacional, y su novela indigenista “Raza de bronce”. Mi primera conclusión: es un tema incierto. Seguidamente este esfuerzo analítico puede ser relevante para reflexionar sobre la visión de la filosofía de la educación.
A comienzos del Siglo XX nuestros ensayistas se toparon con la temática de la modernidad. Es el caso de Arguedas. La independencia de los estados latinoamericanos fue percibida como la intención de los libertadores de dotar a Latinoamérica de un orden moderno, que seguramente fue copiado del modelo de Europa Occidental. Arguedas y su grupo (Armando Chirveches, Alberto Gutiérrez y otros menos conocidos) prestaron atención a los vínculos entre libertad política y justicia social y entre progreso económico y educación pública. Pese a la difusión de las concepciones liberales y a la autoridad de que gozaba el pensamiento racionalista -Arguedas se consideraba como liberal y racionalista simultáneamente-, desde un comienzo nuestros ensayistas llevaron a cabo una cierta crítica del orden social reinante en Bolivia.
Según Blithz Lozada, la ideología liberal concibió a la educación como una labor estratégica de responsabilidad del Estado. Le tocó la tarea histórica de reencauzar los enfoques de enseñanza del conservadurismo que duraron hasta fines del Siglo XIX. Dentro del marco de la reforma liberal, el método de enseñanza fue establecido como gradual y concéntrico. El programa liberal buscaba “redimir” al pueblo instituyendo, por ejemplo, la educación física, remodelando su conciencia. Fueron exaltados el intelecto y las actividades empíricas, la enseñanza de la civilidad moderna y de las buenas costumbres y los tests como índice de cientificidad. Arguedas no estaba lejos de estas apreciaciones. Él, al igual que la ideología liberal de su tiempo, consideraba que la educación era el problema primordial del Estado. Arguedas nos orienta a una filosofía de la educación, que hace hincapié en la formación de la conciencia autónoma para que los principios racionales se constituyan en una necesidad del espíritu. No sólo realizó una crítica conciencial de nuestro desarrollo material, porque su idea de progreso no se limitaba a la falta de infraestructura de nuestro país, sino también a la falencia del ámbito educativo. Sus argumentos nos orientan a reflexionar sobre la seriedad de implementar una filosofía de la educación que consolide un proyecto de país, con visión progresista y racionalista. La obra “Pueblo enfermo” recurre constantemente a problemas educativos. Para Arguedas el progreso consiste en ilustrarse y aprender. “Y el progreso consiste, después de todo, en eso, o una parte del progreso: ilustrarse, aprender y enriquecerse. El progreso es cabal y completo cuando a esto se añade otra cosa: perfeccionarse moralmente […]”. Para Arguedas el progreso no era una cuestión de apariencias o de moda. No se trataba de imitar a una sociedad de consumo, por ello se expresó favorablemente sobre las reformas educativas del pueblo turco. No hay duda de que en el pensamiento de Arguedas está atravesado por el núcleo de la formación educativa. Dijo nuestro autor sobre la reforma turca: “Admirable espectáculo, en verdad, el de un pueblo que contando un porcentaje crecido de analfabetos, el 90%, según la misma revista, se pone de un día a otro a aprender a leer y escribir y a iniciarse en un nuevo sistema de escritura rompiendo bruscamente una tradición milenaria que quince millones de hombres se esmeraban en conservar”.
Es evidente que la crítica arguediana es contundente y aguda. Ahora es comprensible porque en el transcurso de generaciones los intelectuales se han dedicado a consolidar un anti-arguedianismo, argumentando racismo y jerarquía así como también la descalificación de la filosofía de la educación liberal. Sin embargo, considero que la filosofía de la educación en Arguedas y sus concepciones pedagógicas son rescatables, porque visualizan nuestras debilidades. Solo lograremos superar nuestras falencias cuando tomemos conciencia de ellas.
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