Como nunca en la vida del país, vivimos los bolivianos dos contradicciones que se hacen alarmantes y preocupantes: por un lado, el gobierno vive con la ilusión de que nuestra economía es fuerte, que estamos mejor que otros países, que nuestro PIB es alto, que los ingresos son buenos, que el pueblo está contento y, en síntesis, que la seguridad económico-financiera del país está garantizada. Pero, la realidad es totalmente diferente porque ha bajado la producción, los ingresos del Estado se han reducido, el endeudamiento es cada vez mayor, crece el déficit fiscal y hasta se acude con más frecuencia a las reservas internacionales para cubrir gastos, especialmente de las empresas públicas que son deficitarias.
Endeudarse es bueno siempre que hayan proyectos buenos que permitan el desarrollo y, además con la seguridad de que esa deuda pueda ser honrada en su momento; pero, endeudarse sin contar con proyectos factibles y que sean efectivos para el desarrollo y, sobre todo, no contar con los medios financieros para pagarlos, es contraproducente e irresponsable. En los años del actual gobierno aprovechar los créditos tramitados por anteriores gobiernos y, mucho más, haberse beneficiado con las condonaciones aprobadas en años pasados por trámites realizados por otros regímenes ayudó grandemente al actual gobierno; los precios internacionales del gas que le permitió contar con mucho dinero; sin embargo, el endeudar más al país ha sido norma de vida.
Al margen del endeudamiento externo, lo que se aprovechó es recurrir a la deuda interna, ya que con el acumulo de los déficits fiscales el endeudamiento interno es alto. Los excesos en gastos del gobierno y muchos de ellos tan sólo en construcciones faraónicas o adquisiciones sin necesidad y mayor sentido, han dado lugar a que se disponga, hasta festinatoriamente, sin medida ni clemencia, de los excedentes financieros por las ventas de gas. Lo grave de esta situación es que esos excesos han dado lugar a que surja en grandes proporciones la corrupción y uno de los ejemplos está en el llamado Fondo Indígena que ha servido simplemente para enriquecer a muchos militantes del partido de gobierno que se han aprovechado de la confianza y hasta buena fe del gobierno que creyó inocente o ingenuamente que su militancia actuaría conforme a los lineamientos anunciados al inicio de su mandato el año 2006 con intenciones de honestidad y responsabilidad.
Es innegable que el país vive un proceso de desaceleración porque la economía no está en niveles que signifiquen siquiera una mediana satisfacción de la colectividad; al contrario, el mismo hecho de haber contradicciones con lo que las autoridades señalan es motivo para que las angustias sobre el futuro sean más graves especialmente porque el gobierno dice que el crecimiento será del 4,7% y los organismos internacionales y las mismas deducciones logradas por los datos proporcionados por el INE señalan un crecimiento ligeramente superior al 3,6%, lo que daría lugar a que el “doble aguinaldo” tan decantado, no pueda pagarse este año.
Las deudas tanto externas como internas han subido; nuestra situación con China es cada vez más comprometida porque le debemos mucho y lo que le vendemos como exportación es infinitamente menor a lo que le compramos. La deuda a China creció como diez veces. Hay que lamentar, por otra parte, que las inversiones son mínimas comparadas con lo que reciben nuestros vecinos. La producción alimentaria se ha reducido radicalmente y el gobierno se contenta con aumentar las importaciones. El desempleo es cada vez mayor y, como consecuencia, el empleo en la economía informal es mayor. El éxodo de jóvenes aumenta porque el país no cuenta con puestos de trabajo para ofrecer o, si lo hay es con sueldos bajísimos; para mayores males, las reservas internacionales bajan y cuanto menos rentables sean las empresas públicas, seguirán dependiendo para su sobrevivencia de esas reservas que se insumen como el agua por un cernidor.
Los problemas son graves en el sentir y sufrimiento del pueblo, pero, los gastos del régimen suman siempre más porque se gasta en viajes, lujos, reuniones vanas, construcciones inútiles y muchos dispendios para los que el país no tiene el dinero necesario y, consecuentemente, se contraen nuevos créditos externos o, como siempre, se gasta con el argumento de que “el déficit puede crecer sin límites y con los acumulos de gestiones anteriores llegar a cifras extraordinarias” que, se tendrá que pagar a costa del sacrificio del pueblo que vive hipotecado.
Existir bajo el manto gubernamental de que todo está bien y que se cuenta con los medios seguros para enfrentar la crisis no es otra cosa que utilizar frases populistas con argumentos ajenos a la realidad. El pueblo existe con una economía pregonada y bien publicitada, pero vive con una crisis que es dolorosa y angustiante, una crisis que tiende a agravarse porque está muy lejos la posibilidad de una rehabilitación efectiva de la economía; están muy lejanos los proyectos o esperanzas de inversiones foráneas y el empresariado nacional, pese a sus coqueteos con los optimismos gubernamentales, no se anima a dar pasos con miras a invertir, agrandar sus instalaciones, producir más, competir y diversificar su economía. El que gana es el contrabando y el sector cocalero que siempre cuenta con clientela segura como es el narcotráfico.
El gobierno puede poner fin a situaciones difíciles pero para ello nada mejor que actuar con la verdad, mostrar a la crisis como es sin disfraces ni tapujos y teniendo conciencia de que es urgente que ambos, gobierno y pueblo, vivamos las mismas realidades; que todos compartamos la crisis, que seamos uno en austeridad, en vivir la verdad y tener esperanzas de mejores días porque ambos, gobierno y pueblo, somos parte indivisible del país.
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