La violencia contra la mujer -especialmente la ejercida por su pareja- es un grave problema. Para Naciones Unidas es “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, si se producen en la vida pública como privada”.
Entre los factores asociados a un mayor riesgo de ser víctima de la pareja o de violencia sexual figuran: un bajo nivel de instrucción; haber estado expuesto a escenas de violencia entre los progenitores; maltrato durante la infancia; actitudes de aceptación de la violencia y las desigualdades de género; uso nocivo del alcohol.
Esa violencia se refiere al comportamiento de la pareja o ex pareja que causa daño físico, sexual o psicológico, es decir agresión física, coacción sexual, maltrato psicológico y conductas de control.
La violencia sexual es la tentativa de consumar un acto sexual u otro acto dirigido contra una persona mediante coacción por otra persona,
En un análisis realizado en 2013 por la OMS, la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y el Consejo de Investigaciones Médicas, y basado en los datos de más de 80 países, se comprobó que casi un 30% de las mujeres que han mantenido una relación de pareja ha sufrido violencia física o sexual. La violencia de pareja y la violencia sexual son perpetradas en su mayoría por hombres contra mujeres y niñas. En los estudios internacionales realizados, aproximadamente el 20% de las mujeres y el 5% a 10% de los hombres refieren haber sido víctimas de violencia sexual en la infancia. La violencia entre los jóvenes, que incluye también la violencia de pareja, es otro gran problema.
Los factores de riesgo de violencia de pareja y violencia sexual son de carácter individual, familiar, comunitario y social. Nos referimos a un bajo nivel de instrucción (autores de violencia sexual y víctimas de violencia sexual); la exposición al maltrato infantil (autores y víctimas); la experiencia de violencia familiar (autores y víctimas); el trastorno de personalidad antisocial (autores); el uso nocivo del alcohol (autores y víctimas); el hecho de tener muchas parejas o de inspirar sospechas de infidelidad en la pareja (autores); los antecedentes de violencia (autores y víctimas); la discordia e insatisfacción marital (autores y víctimas), las dificultades de comunicación entre los miembros de la pareja la creencia en el honor de la familia y la pureza sexual; las ideologías que consagran los privilegios sexuales del hombre.
Esta tragedia social repercute en los niños que crecen en familias donde hay violencia y pueden sufrir trastornos de conducta y emocionales. Estos trastornos pueden asociarse también a la comisión o el padecimiento de actos de violencia en fases posteriores de su vida.
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