Tiene que ser de preocupación oficial el hecho de que por lo menos en La Paz no se instalen nuevos emprendimientos empresariales, pero más deplorable es que empresas que operaban en La Paz se estén trasladando a Santa Cruz.
Esta situación tiene que ser, empero, mucho más adversa para su población porque, en vez de crecer las fuentes de trabajo, ocurre lo contrario y la realidad es que ante esa contingencia se cierran, mientras que no se abren otras nuevas.
Esta realidad tiene que ser más impactante para los habitantes de esta capital y primordialmente para la gente joven que termina sus estudios académicos, pues no está encontrando ocupación rentada, lo que en buena medida es una gran frustración generacional.
Un apunte necesario para complementar el cuadro es que La Paz y en general todo el país está experimentando un buen momento económico, merced a la estabilidad política, pero principalmente porque está en franco crecimiento la demanda.
Entonces, no existe justificativo suficiente para atribuir a ello la falta de nuevos emprendimientos empresariales, sino al hecho de que el Gobierno no se interesa en estimular la creación de éstos, tanto porque se resiste a poner en vigencia la ley respectiva, que garantice las inversiones internas y externas, a la vez de efectuar ajustes en el régimen impositivo, en el sentido de reducir sus exigencias y montos.
En Perú, por ejemplo, se ha liberado del pago de impuestos a las empresas de reciente creación, por el lapso de cinco años, aparte de rodearlas de un ambiente fiscal favorable para sus operaciones. Y a las empresas ya instaladas les han reducido al mínimo sus obligaciones con el Estado. El resultado de estas políticas está dando lugar a que en la actualidad Perú tenga uno de los mayores crecimientos reales y sustentables de la región.
En Bolivia tendría que hacerse mucho más, porque el atraso es mayor, en consecuencia desalienta cualquier intención que se tenga para efectuar inversiones, lo que da lugar a que las personas o familias que han logrado un buen patrimonio, no quieran arriesgar lo que con esfuerzo y privaciones han conseguido alcanzar.
Los efectos de todo ello se traducen en la falta de empleo y con ello condenar a los bolivianos y, en particular a los paceños, a vivir siempre en medio de limitaciones o, más grave todavía, en la pobreza.
Es evidente que existen en el país ciertos indicios de existir fortunas, pero, en buenas cuentas, parte de ellas es producto de actividades ilícitas, como el narcotráfico y el contrabando de salida e ingreso.
Sin necesidad de apelar a represiones u otras formas de sanción, no se tiene la disposición oficial suficiente para eliminarlas, con solo crear estímulos, entre ellos facilitar al máximo nuevos emprendimientos empresariales, dándoles todas las facilidades que se ha otorgado en otros países.
Al presente, la pobreza de la mayoría de la población boliviana es agobiante y hasta debía ser vergonzosa para sus autoridades, Más grave aún es que los jóvenes profesionales al no encontrar fuentes de trabajo, estén emigrando del país.
Basta ver a diario largas filas de las personas que emigran en las embajadas de Estados Unidos, España y Brasil. De esta manera, se está dando lugar incluso a la disolución de familias, puesto que las ausencias prolongadas de sus miembros conducen invariablemente a este amargo resultado.
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