Mientras Bolivia tuvo gran cantidad de estaño gozó de alguna prosperidad, pese a que el precio de ese metal blanco tenía precios insignificantes que giraban alrededor de 60 centavos de dólar la libra fina. Pero cuando se agotó el metal estañífero, Bolivia cayó en situación crítica, ya que carecía de ingresos que hasta entonces cubrían hasta el 80 por ciento de las necesidades nacionales.
Esa catastrófica situación llevó al gobierno (1985) a destituir a alrededor de 20 mil obreros de la empresa Comibol, como efecto de la caída del precio del estaño a menos de tres dólares la libra, precio que no cubría los gastos de producción. Sin embargo esa grave coyuntura fue superada años después (2005), al llegar la cotización del metal hasta ¡15 dólares la libra! o sea más del 500 por ciento. Sin embargo, las fluctuaciones de la producción hicieron caer el precio de 15 a menos de 5 dólares la libra (2015), poniendo en crítica situación la economía boliviana, haciendo avizorar nubarrones tempestuosos.
En un ejemplo comparativo, la situación actual del gas es parecida a la del estaño en 1985. En efecto, el precio del gas ha caído de algo más de 10 dólares por millón de BTU a más o menos 4.5 dólares, es decir un bajón del 50 por ciento. Es más, No existe la posibilidad de que se descubra nuevos yacimientos de gas y al parecer el precio se mantendrá o rebajará, determinando efectos múltiples, entre otros el agravante de que no habrá de dónde sacar gas, pues está casi agotado.
Ante esa posibilidad, el actual y futuros gobiernos bolivianos tienen en perspectiva un horizonte borrascoso, ya que sin ingresos se verán en situación peor que los de la época del estaño. Ese futuro es lamentable, pues no existe ninguna iniciativa estatal o privada que prevea lo que se aproxima y que no llegará del año 2020, con el agravante que Brasil y Argentina muestran indicios de dejar de comprar gas a Bolivia.
Ese somero análisis permite afirmar que la crisis del gas podría ser mucho más impactante que la del estaño, porque ya no existen nuevos yacimientos y los precios tienden a bajar. Se debe agregar que esa presunta crisis será, esta vez, inmensamente peor, porque, paralelamente, otros sectores económicos están colapsando, como el industrial, minero, agrario, etc. En particular, el Estado tiene un negro futuro.
En esa forma, si se acabara el gas, Bolivia se vería en figurillas y no menos el gobierno, con el presidente que fuese, ya que no se aprovechó la bonanza a fin de crear las condiciones para enfrentar el porvenir. Por eso, lo único que queda ante ese futuro incierto, que se aproxima vertiginosamente, es augurar una situación catastrófica para los próximos gobernantes, a no ser que “se pongan las pilas” y esperen bien pertrechados… siempre que ganen las elecciones.
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