Los promesantes Chunchos de Tojo

Mientras en la frontera argentina, la histórica población de Yavi conserva un magnífico conjunto arquitectónico y artístico colonial que atrae afluencia turística de diversas latitudes, en Tarija la que fuera sede del Marquesado de Tojo, de enorme gravitación tanto en Bolivia como Argentina, hoy se halla reducida a una plazuela en torno a una modesta capilla. De todas maneras, su pasado esplendor nos brinda luces en cuanto las indómitas tribus, conocidas por “Chunchos”, que derrotaran a los invasores hispanos.

En el opúsculo “Raíces del Marquesado de Tojo” (Tarija, 2016), el historiador argentino Carlos E. Zanolli refiere que en julio de 1573, el Virrey Toledo concretó la guerra a los chiriguanos, preparada más de un año antes, al movilizar alrededor de “400 españoles, más de 3.000 indios amigos (chichas) e invirtió más de 400.000 Ducados. Tres meses después, en septiembre del mismo año, el Virrey se retiraba de la cordillera chiriguana totalmente vencido”…

A esta circunstancia se debe, que al año siguiente ordenara la fundación de la Villa de San Bernardo de Tarija como última frontera del mundo “civilizado”, a fin de contener los ataques en el tránsito del Río de la Plata hacia Potosí. El fundador Luis de Fuentes y Vargas en su ingreso a la zona, halló vestigios de haciendas y ganado cimarrón disperso, prueba de que esas tierras fueron conocidas por otros hispanos, posiblemente exterminados por los aborígenes.

No obstante, el historiador Mario E. Barragán, rescatando al cronista Grájeda, cita la entrada a los chunchos por el “balle de Tarija” el 6 de septiembre de 1539, es decir antes que la fundación de Charcas (1540) o el descubrimiento del Cerro Rico de Potosí (1545). Sin duda, la situación para los primeros pobladores de la región fue azarosa, pues otra ciudad fundada en la región con idéntico propósito (Virrey Alava), se extinguió antes que transcurriera un año.

Solamente la perseverante labor evangelizadora, emprendida por misioneros con muchos mártires de por medio, consiguió aquello que los hombres de coraza y arcabuz jamás lograron, es decir ganar su confianza para incorporarlos a la convivencia pacífica por medio de la fe.

En la Villa de San Bernardo, la imagen de N. Sra. del Rosario que fuera instalada en la histórica loma de San Juan, fue la primera que portaron los conquistadores andaluces debido a que poco antes el papa Pío V aprobara el rezo del Rosario para afianzar la cristiandad frente a la invasión musulmana en África y el sur de España, solamente que en el nuevo escenario la motivación obviamente no fueron los moros sino dichas hordas.

Es así que en el barrio más antiguo de la ciudad (El Molino), durante la festividad central del 7 de octubre, los tobas y matacos conversos inician la danza devocional de los “chunchos”, trasladada años más tarde a la Parroquia creada en la vecina loma de San Roque, que por ese tiempo no contaba con imagen alguna del santo.

La festividad cobra popularidad en la vida republicana, cuando se atribuye al santo haber salvado a la ciudad de la viruela, de manera similar como librara de la lepra en la otra orilla del océano, dirigiéndose la procesión en señal de gratitud hasta el hospital San Juan de Dios. Es recién entonces que la Fiesta Grande de Tarija asume la identidad como se la conoce hoy, al dar paso de la evangelización de los chunchos hacia la sanación de los enfermos.

Mostrando el intercambio que se diera en Tojo el pasado año, bajo el título de “Otros Chunchos” (Ed. La pluma del escribano, Tarija 2017) se ha publicado los documentos del “1er. Encuentro Internacional de Promesantes Chunchos”, mostrando las variaciones en cuanto a danza en regiones del país y exterior; entre ellos los “Morenos” del lugar, que con indumentaria similar y turbante de plumas multicolores, aunque con acompañamiento musical y pasos muy diferentes, cada 8 de diciembre rinden pleitesía a la Inmaculada Concepción, la Patrona del lugar.