Hans Dellien S.
Esa tarde del 24 de septiembre de 1810, hace 207 años luz, calor y suspenso parecían cristalizar la atmósfera. Santa Cruz de la Sierra, flor y raza andaluz de gracia y gallardía americana, plasmó su gentilicio desde el remoto y misterioso esplendor de su origen aruvage. Desde el oquedal milenario, entre vientos, selvas y ríos y en el lecho verdegal de Grigotá unieron sangre y tradiciones, gestando al pueblo chané, que laboriosos y mansos encendieron la admiración de los conquistadores.
Desde el insigne capitán extremeño Ñuflo de Chávez, que el 21 de febrero de 1561 fundó en ese lar Santa Cruz de la Sierra, por su anhelo de llegar a Moxos o Imperio de Enin y conquistar “El Dorado”, mito legendario de embriagadora riqueza, cuyo retintín aurífero movilizó casi tres decenas de expediciones fracasadas en su búsqueda.
Así nace la historia de un pueblo, ciudad, capital departamental, hazaña que cumple en constelado periplo y cronológico, un mito milagroso de progreso y desarrollo con la reciedumbre, valor y linaje de sus bravos varones y bellas mujeres; hoy orgullo nacional.
Conservó enhiesto brío y dignidad, rechazó infamias y abusos… sustentados en la codicia. Y así, tras larga siesta muelle de casi tres siglos, despertó Santa Cruz tocado por el dulzor de su caña de azúcar el perfume de sus jazmines y la cornucopia de sus frutos, bajo un cielo azul y su tierra ¡santuario ennoblecedor! Que guarda en sus entrañas la formidable potencia de su biodiversidad. Solar de vates, trovadores románticos, artífices de su grandeza. Cómo olvidar al héroe guerrillero José Manuel Baca, apodado “Cañoto”, un seductor monumento citadino lo inmortaliza. En cuanto a los antecedentes de la fecha épica septembrina, ocurrió que una rebelión de negros y mulatos debía anticiparse al grito libertario. Desde el lugar hoy conocido como Tao, en fecha 15 de agosto de 1809, debía suceder, pero fue develado.
Para entonces, desde Chuquisaca vinieron como emisarios a Santa Cruz: Antonio Vicente Seoane y Juan Manuel Lemoine para incitar a la rebelión; se unió el coronel Antonio Suárez y el capitán Eustaquio Moldes llegó de Buenos Aires. El 24 de septiembre de 1810 el amotinamiento popular fue rápido, igual que la destitución del Gobernador, Pedro Toledo Pimentel. Se constituyó una Junta de Gobierno integrada por el sacerdote José Andrés Salvatierra, Dr. Seoane y el militar Antonio Suárez que comandó la plaza. La insurgencia duró escaso tiempo, hasta que el realista Coronel José Miguel Becerra retomó Santa Cruz, con violencia y abusos, para escarmentar a los patriotas.
Los triunfos del Gral. Belgrano (argentino) en Tucumán y Salta y su entrada al Alto Perú, alentó a los patriotas cruceños y volvieron a retomar la plaza, con ánimo brioso y valor. El militar Ignacio Warnes, nominado por Belgrano para el gobierno cruceño, armó un ejército, hasta la fecha de la batalla de “El Pari”, el 21 de noviembre de 1816, bajo el mando del cruceño realista Coronel Fco. Javier de Aguilera. Derrotado y muerto en esta batalla Warnes, el terror se impuso con violencia e inclemencia.
Hasta que los resplandores de las batallas de Junín, con victoria de Simón Bolívar, y de Ayacucho, con victoria de Antonio José de Sucre iluminaron el 6 de agosto de 1825. Antonio Vicente Seoane y Juan Manuel Lemoine, los mismos que plasmaron la rebelión cruceña, suscribieron como parlamentarios de Santa Cruz el Acta de Independencia del Alto Perú, hoy Bolivia, el 6 de agosto de 1825. Hoy el destino de este noble pueblo está en plena nueva insurgencia de grandeza y moderna prosperidad. ¡Feliz 207 aniversario cívico!
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