Elsa Mostacedo Tapia
Septiembre es un mes de muchas emociones, sentimientos, se avizora alegría en el trinar de los pájaros y nacen amores nuevos...
Pero septiembre también es el mes de las personas sordas. Cada año, en la última semana de septiembre, las comunidades sordas del mundo organizan el Día Internacional de las Personas Sordas. Esta celebración data de 1958 y fue propiciada por la Federación Mundial de Personas Sordas, que eligió esta fecha para conmemorar el Primer Congreso Mundial de la Federación Mundial de Sordos realizado en 1951.
Son manifestaciones reivindicativas, promoviendo el respeto a los derechos de las personas sordas y su inclusión plena y efectiva en la sociedad.
En Bolivia, según el Programa de Registro Único Nacional de Personas con Discapacidad están registradas 8.224 personas sordas y según el Censo de 2012 hay 50.562 personas sordas.
En este artículo invito a reflexionar a quienes estamos involucrados en la educación de personas sordas. ¿Cuánto hemos avanzado en la inclusión de las personas sordas?
Soy docente de aula, trabajando durante más de una década por el derecho a una educación digna de las personas sordas. Con satisfacción puedo expresar que en los últimos años se ha avanzado como nunca, sobre todo en la normativa. La Constitución Política en su artículo 71 dice: “El Estado generará las condiciones que permitan el desarrollo de las potencialidades individuales de las personas con discapacidad”. La ley de la Educación 070 en su Art. 7 expresa: “La enseñanza de la lengua de señas es un derecho de las y los estudiantes que lo requieran en el sistema educativo. La enseñanza de la lengua de señas es parte de la formación plurilingüe de maestras y maestros.
La Ley General para Personas con Discapacidad tiene el objeto de garantizar, a las personas con discapacidad, el ejercicio pleno de sus derechos y deberes en igualdad de condiciones y equiparación de oportunidades, trato preferente bajo un sistema de protección integral”. Y también están protegidos por la Ley 045 “Contra el Racismo y toda forma de discriminación”.
Pero se encuentra fallas o incoherencias en los espacios de concreción, es decir en la práctica cotidiana de las diferentes instancias.
En un caso, varias unidades educativas de sistema regular han iniciado un proceso de inclusión de estudiantes sordos, pero evidentemente carecen de un acompañamiento de las instancias responsables que las apoyen en la implementación de prácticas educativas y construcción de cultura inclusiva, aceptando como principio la diferencia en el ser humano como un valor y no como un efecto (López Melero, 2004).
En las Escuelas Superiores de Formación de Maestros existe una población importante de la comunidad sorda, en diferentes especialidades, que cuenta con intérpretes pagados por el Estado. Es importante mencionar que ya se cuenta con personas sordas que son profesionales a nivel licenciatura en el magisterio, no son muchas, pero ya es un logro que se puede mencionar y al mismo tiempo reconocer su esfuerzo y perseverancia, a pesar de no contar efectivamente con las condiciones adecuadas a sus necesidades, por ejemplo no tuvieron intérpretes hasta casi cerca de egresar. Están en sus primeros años de experiencia profesional en centros de educación especial, continuando su preparación profesional como cualquier profesional oyente.
Para el ejercicio profesional pertinente de las personas sordas es importante que las direcciones departamentales prioricen, a través de las direcciones distritales, las unidades educativas inclusivas del sistema regular, donde hay estudiantes que requieren tener un docente que fortalezca su identidad.
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