Alcohólico anónimo:
Víctor, nombre ficticio que usa para identificarse, es miembro de Alcohólicos Anónimos desde los 35 años. Hoy puede hablar satisfecho de sus logros, de cómo puede ya entrar en bares a tomar un café sin problemas y de cómo va recuperando su vida, pero llegar hasta aquí le ha costado mucho esfuerzo
Víctor cuenta que inició a beber a sus 16 años porque era una persona muy retraída y esta era una forma de abrirse a los demás. Asegura que solo bebiendo podía hablar con gente y conocer chicas.
No pasaba un día que no beba algo –asegura– que probablemente ese entonces ya tenía el problema, pero creía que lo que hacía era normal, que lo hacía todo el mundo. “Podía desaparecer durante tres días y no recordaba dónde había estado. De hecho hay noches de las que aun hoy no puedo recordar nada. La verdad, casi lo prefiero. El alcohol llegó a impedirme seguir estudiando, con las resacas no podía ir a clases”, recordó.
Llegó a una etapa donde la bebida pasó a ser parte de su cotidiano, una época donde sus padres intentaron llevarle a psicólogos u otros especialistas, pero no consiguieron nada, ya que recuerda con mucho dolor, que también a ellos los engañaba como quería.
Aseguró que en esa época no quería darse cuenta de lo que verdaderamente le estaba sucediendo. “Logré dejarlo durante un mes con muchísimo esfuerzo, pero al final para celebrarlo volví a beber. Eso fue peor, porque la autoestima la tenía ya por los suelos”, recordó.
“Acabé con depresiones y sin poder moverme de la cama. Y una mañana, con 35 años, me levanté con resaca y sin recordar dónde había estado la noche anterior. Fue entonces cuando llamé a Alcohólicos Anónimos (AA) pidiendo ayuda, después de casi 20 años de haber empezado”, dijo.
TOCANDO FONDO
Víctor asegura que para llegar a la doble A, lo primero que se debe tener claro es que cada uno tocó fondo.
Manifiesta que una de las características de las personas que tienen problemas con el alcohol, es creer que lo tienen controlado, y lo dejan hasta meses prolongados, pero siempre vuelven a recaer.
“El problema es que los alcohólicos somos personas muy egocéntricas. Yo pensaba que podía con todo. El primer paso es reconocer que no es así, que tienes un problema y eres incapaz de controlarlo”, aseveró.
A decir de Víctor, lo peor que le pasó al dejar la bebida fue la impotencia de no poder salir con sus amigos. La vida social la realizaba siempre en sitios donde había alcohol y tuvo que salir corriendo de discotecas porque se ponía histérico al ver pasar las copas y no poder tomar una.
Las consecuencias de la enfermedad son varias –dijo– principalmente la pérdida de memoria y las lagunas mentales. “Luego vas viendo cómo afecta a los demás. De hecho el amigo con el que comencé a beber murió. Pesaba 84 kilos cuando le conocí y bajó hasta los 50. Tenía el hígado destrozado”, recordó.
PEDRO
Pedro (nombre ficticio), parte de la Comunidad Alcohólicos Anónimos, llegó al centro por voluntad propia, hasta el momento lleva 19 años sin consumir bebidas alcohólicas, además fue testigo del cambio de vida de cientos de personas, quienes padecían la enfermedad.
Según cuenta, el festejo de diferentes momentos de su vida, compartir con los amigos, familia, celebrar su bachillerato, su graduación, la salida del cuartel, entre otros, ocasionan que el consumo de bebidas alcohólicas se convierta en una actividad normal.
Con el pasar del tiempo encontró un gustó especial por el consumo del alcohol hasta el punto de crear dependencia, sintió que su vida se fue “disgregando poco a poco”.
Cuenta fue el mejor alumno en su carrera universitaria pero por culpa del alcohol no logró obtener su título profesional.
Pedro cumplirá 20 años sin consumir bebidas alcohólicas, convencido de que con voluntad y esperanza se puede sobresalir de cualquier adversidad. Ahora tiene la dicha de tener tres hijos y una esposa, es decir una familia integrada que lo apoya y que en algún momento pudo perder la oportunidad de tenerla.
NELSON
Nelson (nombre ficticio), también parte de Alcohólicos Anónimos, señaló que el asistir a esos centros de ayuda sirve no solo para encontrar un refugio sino para hallar tranquilidad al saber que no son los únicos que atraviesan por ese problema.
Lamentó que a causa de las bebidas alcohólicas se tengan que conocer cada día nuevos episodios de violencia, accidentes, desintegración familiar y traer consigo graves consecuencias como la muerte.
Apuntó que la persona que consume alcohol es como un “ciego que quiere cruzar una autopista posiblemente no le pase nada pero tiene una gran probabilidad de que algo le podría ocurrir, en la mayoría de los casos se conocen desenlaces trágicos”.
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