Ángel Wayar Wayar
Según la Academia de la Lengua, tramoya es “enredo dispuesto con engaño, disimulo y maña”. En un Estado de Derecho, cuyo gobierno se constituye en democracia representativa, el Poder Legislativo adquiere la representatividad legítima, elegida por la ciudadanía con el objeto de legislar y fiscalizar los actos del Poder Ejecutivo, lo que en nuestro país no se cumple, por cuanto el actual Órgano Legislativo no es más que un apéndice del Ejecutivo.
En esta circunstancia, la Asamblea Legislativa Plurinacional, cumpliendo el mandato de la CPE (impuesta por el masismo) que impone la muy sui generis manera de designar a los miembros del Órgano Judicial mediante sufragio universal, que solo se observa en Bolivia -con la catastrófica experiencia de la elección llevada a cabo en el año 2011- nuevamente, por segunda vez, ha cumplido el procedimiento que manda dicha Constitución.
Y no podía ser de otra manera, con esa característica típica del partido en función de gobierno, que es el sectarismo, los legisladores han procedido a elaborar listados de candidatos, con profesionales masistas y/o afines a dicha tienda política, desechando las decenas de observaciones presentadas, y contando con la complicidad de algunas universidades públicas, que hacían solo acto de presencia.
Ante esta conducta, política, para la elección de jueces, la ciudadanía no tiene alternativa para elegir, al tener solo listados de candidatos del oficialismo, peor si en la anterior elección, tal situación fue un completo fracaso, reconocida inclusive por los dos actuales mandatarios del país, resultando muy obvio y natural que opte por el ausentismo, u obligada a asistir a las urnas, hacerlo con su voto nulo o blanco.
Aludiendo como siempre, todo a los gobiernos anteriores, el masismo repite que los cargos judiciales se repartían entre los partidos neoliberales. Pues, al presente, esta modalidad ha sido superada por el MAS, por cuanto, evidentemente, ya no reparte con ningún partido político dichos cargos, siendo únicamente de su propiedad, con el disfraz de hacer creer que son elegidos por el pueblo. Lo cierto es que con una minoría espantosa (votos nulos y blancos, ganan) son posesionados solemnemente. Legitimidad, cero.
Así como en el año 2011 el voto blanco y nulo se impuso en las elecciones judiciales de ese año, el temor masista a que se repita tal situación, en las elecciones del próximo 3 de diciembre, ha motivado la reacción de personeros del oficialismo -obviamente sin razón legal alguna- como la de un vocal del Tribunal Supremo Electoral, amenazando (…?) con sanciones a quienes hagan campaña por el voto nulo. Ridícula actitud de una autoridad que tiene obligación –por lo menos- de dar lectura a la Ley del Régimen Electoral, cuyo Art. 161 especifica que “El electorado puede manifestar su voluntad mediante tres tipos de votos: a) Voto válido, Voto blanco y Voto nulo”… en lo específico, y en lo genérico lo dispuesto por el Art. 26 Num. 1 Pár II, preceptos vulnerados por el señalado funcionario.
Parecería, hasta de sentido común, que los votos blancos y nulos deberían ser válidos y tomados en cuenta para el cómputo del resultado general, y no sólo para fines estadísticos, por cuanto en dichos votos se manifiesta –en esta elección de autoridades judiciales- la voluntad de los electores, de no aceptar a los candidatos de solamente un partido político, ya que, paradójicamente, no tienen qué elegir. Al respecto, se ha presentado una propuesta para materializar este extremo, de dar validez a los votos nulos y blancos, lo que ha ocasionado inmediata reacción del oficialismo, señalando un diputado que ello sería un “hecho irresponsable” (…?) y que “no se va a dar viabilidad, ni en lo más mínimo”. Gran miedo a que los elegidos del MAS cuenten con un porcentaje mínimo en la votación del 3 de diciembre próximo, como ocurrió en las elecciones judiciales del año 2011.
La tramoya ya está preparada y el presidente Morales Aima tendrá tribunales de Justicia en los próximos seis años a su entera disposición, con profesionales conocedores del derecho o no, pero sí dóciles y obedientes.
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