II
Oscar Espinosa García
Con la red de teleféricos, un usuario que tiene acceso conveniente a las estaciones de teleférico de la Zona Sur podrá llegar a la estación de El Prado, pero para los demás usuarios que no se encuentran cerca de las estaciones del teleférico, su opción seguirá siendo el transporte automotor. Más convenientes son los servicios que ofrecen los buses PumaKatari que van hasta Chasquipampa e Irpavi II, que son ampliamente usados. Solamente los alteños que viven cerca de las estaciones de las líneas azul y morada, podrán llegar en teleférico al centro de la ciudad de La Paz y a la Zona Sur, pero para los demás la opción seguirá siendo el transporte automotor. En estos dos casos hay que considerar que el transporte por teleférico es lento.
La línea naranja que va de la Estación Central hasta la plaza Villarroel no responde a ningún patrón de viajes de la ciudad. La línea blanca que conecta la plaza Villarroel con la Plaza San Martín no podrá competir con el transporte automotor. Quizá habrá algún pasajero que se dirigirá al barrio de San Jorge.
A comienzos del presente siglo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tuvo la iniciativa de hacer preparar un estudio de un sistema de transporte masivo con base en buses de gran capacidad de transporte de pasajeros (160 y 100) que circularían por las vías troncales de las ciudades de La Paz y El Alto y que sería complementado por buses de menor capacidad (buses PumaKatari) que cubrirían zonas no servidas por éste y también por los vehículos del actual sistema de transporte público.
En 2004 se estimó que costaría 124.460.000 $US, para la construcción de infraestructura, adquisición de buses, compra de vehículos a los actuales operadores y adquisición de un sistema de cobro de pasajes. Si se implementara este proyecto, la metrópoli ahorraría 100 millones de $US por año en costos de operación de vehículos y el nuevo sistema de transporte público atendería a la totalidad de la demanda de transporte que tienen las dos ciudades de la metrópoli.
Los 800 millones de $US, que nunca se va a recuperar, hubieran tenido un mejor uso si se los hubiera empleado en construir el sistema de transporte masivo propiciado por el BID y en hospitales, colegios y escuelas. La otra cuestión es si el sistema de teleféricos valdrá la pena operarlo, cuando ya no tenga el patrocinio del Gobierno y tengamos una administración pública racional y profesional, que se preocupe por la economía del país.
Con tan poca demanda y tarifas tan bajas (0,43 $US por recorridos de más de 2 Km) es difícil pensar que tenga sostenibilidad en el futuro. En la ciudad de Bogotá la tarifa de ida y vuelta al Santuario de Monserrat es de 6,5 $US por un recorrido de 1,6 Km. En el Montserrat de España, la tarifa es de 10 euros. Las tarifas son para recuperar la inversión realizada, cubrir los costos de operación y mantenimiento y generar recursos para ampliar el sistema. En los teleféricos además se tiene que reemplazar periódicamente cables, equipo electromecánico y electrónico. Por ello las tarifas de los teleféricos colombiano y español son altas y son para cubrir los costos de operación, mantenimiento y de reemplazo de las piezas fungibles, ya que seguramente han recuperado los costos de inversión.
Si en el futuro se encuentra que los ingresos de la red de teleféricos no cubre los egresos (tiene que ser por una administración transparente) tendremos, principalmente en la ciudad de La Paz, un enorme elefante blanco, con hileras de chatarra de los cables y las torres y con soberbios edificios que tendrán poco uso alternativo y que ocupan valiosos espacios públicos.
El autor es ingeniero civil y docente de la UMSA.
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