[Raúl Alcázar]

La negociación en la que Bolivia rechazó una salida


En desacuerdo con la tesis boliviana que sostiene que “En 1975 y 1976 Chile se comprometió a ceder un corredor soberano al mar, pero contrariando sus compromisos previos, introdujo nuevas condiciones, entre ellas el canje territorial, sumado al rechazo de Chile a la propuesta que hizo Perú de crear una zona de soberanía trinacional, hicieron fracasar las negociaciones” (El libro del Mar, Bolivia, 2014), Demetrio Infante Figueroa, el único miembro vivo del equipo chileno que diseñó y proyectó el acuerdo de Charaña, en su libro “Confidencias limeñas, Charaña, Espionaje y algo más” (Santiago, 2014) describe lo que en su versión fue el “El día en el que Bolivia rechazó una salida soberana al mar”.

El libro, que ha levantado polémica en las relaciones exteriores peruanas, chilenas y bolivianas, describe con precisión los acontecimientos de aquellos años bajo la óptica chilena. La primera descripción de su contenido fue publicada en Bolivia por EL DIARIO el 1 de julio de 2014 recogiendo una nota de EFE desde Santiago. Dos autores transcriben adicionalmente sus revelaciones al respecto (Johnny Teperman - Bio Bio Chile - 12 de julio de 2014) (Francisco Artaza - La Tercera - 12 diciembre de 2015).

“Fue en agosto de 1974, dice Infante, cuando esta historia comenzó a dibujarse. Nos llamó a su oficina el subsecretario de Relaciones Exteriores Claudio Collados, un capitán de navío, a mí y a Gastón Illanes, quien recién había terminado su misión en Lima. Collados nos enseñó un oficio reservado de Pinochet, ordenando a la Cancillería hacer todas las gestiones diplomáticas para neutralizar a Bolivia por seis meses. El plazo no era antojadizo. Los militares chilenos esperaban contar para entonces con nuevos pertrechos, avanzar en el minado de la frontera norte y la construcción de trincheras antitanques. Todo para hacer frente a la amenaza de una guerra con un Perú que, bajo el gobierno del general Velasco Alvarado, buscaba desde el golpe de Estado del 11 de septiembre del 73 la oportunidad de tomar revancha de la Guerra del Pacífico.

En una pequeña oficina del segundo piso del edificio en el que entonces funcionaba la Cancillería, comenzamos a idear una fórmula. Cuando nos pusimos a pensar qué podíamos ofrecer a Bolivia para neutralizar su respaldo a Perú en una presunta acción bélica contra Chile, vimos la posibilidad de ofrecer becas, mejorar las condiciones de acceso al tráfico aéreo, en el transporte terrestre. Pero ningún gobernante boliviano iba a aceptar restablecer relaciones con Chile a cambio de eso. Lo único que quedaba era buscar un mecanismo que diera una salida soberana a Bolivia al mar. Convinimos con Collados y Bernstein en redactar un informe sobre las eventuales soluciones. Abrimos el abanico a todas las posibilidades, entregar Arica, internacionalizar su puerto, terminar el Tratado de 1904 para negociar uno nuevo, devolver la provincia de Antofagasta y varias otras quedaron apenas esbozadas.

Por último, colocamos las soluciones posibles, el corredor por el norte de Arica y el enclave. El enclave implicaba, en definitiva, partir el territorio en dos, pues era obvio que Bolivia exigiría algún tipo de conexión entre su enclave costero y su territorio. Además, estaba el riesgo de que Bolivia siempre exigiera una mayor extensión”.

“Cuando lo recibió Pinochet, gritó ¿quién hizo esto? Collados no dio los nombres, sólo indicó que lo habían preparado en Cancillería. Pinochet le recriminó: son unos dementes, que se queme todos los ejemplares y que nadie vuelva hablar de esto. La carpeta quedó escondida por varios meses, hasta que el propio Pinochet la rescató a comienzos de febrero de 1975. ¿Dónde está ese maldito papel que me trajeron?, exclamó. La situación con Perú estaba cada vez peor y los militares chilenos estaban cada vez más convencidos de la posibilidad de un escenario bélico simultáneo con Perú y Bolivia”.

“Pinochet resolvió encontrarse con el presidente de Bolivia, el general Banzer, y se pusieron de acuerdo en reunirse en Charaña, un poblado a casi 4.000 metros de altura. Al principio, no había ni la decisión ni la posibilidad de avanzar en una propuesta que diera una salida soberana al mar a Bolivia. Era sólo el esfuerzo por neutralizar a Bolivia. Pero a los cuatro o cinco meses de conversaciones, Pinochet y todos nosotros nos convencimos de que era algo conveniente, de que era la forma de terminar para siempre con un problema. Por eso hicimos todos los esfuerzos para sacar adelante las negociaciones. El canje territorial se planteó desde el inicio. En las negociaciones con Bolivia se habló primero de compensación territorial, pero en una reunión en casa de Illanes, a la que asistieron varios militares, nos pusimos a discutir el tema, de pronto alguien dijo, nada de compensación esto es un canje, un canje territorial”.

“En una ocasión, reunidos Bernstein, Phillipi y yo, llegó el vicealmirante Patricio Carvajal y expresó: Vengo de hablar con Pinochet lo del canje territorial y me dijo que estaba de acuerdo. En los oficios y notas diplomáticas que enviaba el embajador boliviano Vea Murguía a La Paz figura el canje territorial desde el inicio de las negociaciones. Existen cartas de Banzer a Pinochet, en las que acepta la idea del canje de territorios. Algo que, por lo demás, ambos países ya habían hecho en el pasado. Cuando se construyó el ferrocarril Arica-La Paz, Chile y Bolivia canjearon entre 300 o 400 hectáreas de territorio”.

“Los miembros del equipo negociador nos involucramos directamente en la búsqueda de las eventuales zonas para canjear. Un perito de la Corporacion Nacional del Cobre - Codelco (Radomiro Tomic) mencionó las enormes reservas de cobre que habían en un yacimiento cercano a Chuquicamata, pero que no se podían explotar por la falta de agua. Así que se nos sugirió lugares en el altiplano boliviano donde había agua fueran incluidos en las áreas que se propusieron a Bolivia como territorios para la permuta. En Bolivia pensaron que los chilenos estábamos detrás de oro y cobre, pero en realidad estábamos detrás del agua. La propuesta chilena era la de un corredor de aproximadamente 7 kilómetros al sur del Punto de la Concordia y era un corredor que no solamente daba playa, costa y mar sino que se unía hasta Bolivia mismo. Además Chile entregaba el aeropuerto de Arica y el ferrocarril Arica-La Paz puesto que quedaban en la franja, por lo que se debía cobrar una justa equivalencia adicional”.

“Para fines de 1975, Banzer dejó de tener respaldo para negociar con Chile. La oposición a un canje territorial en Bolivia fue sólo la excusa. Lo cierto es que los ex presidentes que habían apoyado inicialmente las negociaciones de Banzer con las autoridades chilenas, le quitaron el apoyo y le advirtieron que si aceptaba un canje territorial sería acusado de traición. Paz Estenssoro se convirtió en el principal opositor de la gestión. Tal vez algunos ex mandatarios bolivianos pensaron que si Banzer lograba una salida soberana al mar podría haber seguido hasta su muerte en el poder.

Perú tuvo también su propia cuota de responsabilidad, hizo todos los esfuerzos posibles por impedir que las negociaciones prosperaran, en La Paz impulsaron y estimularon a sectores para que se opusieran al canje territorial. El haber involucrado desde el principio a Perú en las tratativas fue el peor error que cometió Chile y una lección que se debe sacar hacia el futuro. Nosotros debimos haber negociado con Bolivia y sólo cuando tuviéramos un acuerdo, haber ido a Lima a consultarles si estaban o no de acuerdo con lo que establece el protocolo complementario del Tratado de 1929.”

“La solución estuvo dada”. Desde su casa en Santiago, a casi cuatro décadas de esos sucesos, Demetrio Infante Figueroa, el último sobreviviente de Charaña, asegura sin dudar: “Bolivia rechazó la posibilidad de salir al mar con soberanía. Estaba todo dibujado. Que no se haya firmado en definitiva no fue por culpa de Perú como se dice. La cosa no funcionó sencillamente porque los bolivianos no lo quisieron”.

El autor es médico estudioso en temas históricos y diplomáticos.

 
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