El diccionario de la Real Academia Española define el cinismo como “desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. Y dice más: “impudencia, obscenidad descarada”; y por último: “afectación de desaseo y grosería”. Todas estas acepciones, desvergüenza, vituperio, impudencia, obscenidad, desaseo y grosería, es lo que ha exhibido el Movimiento Al Socialismo (MAS) en las últimas semanas, cuando ha empeñado su poder sobre el Tribunal Constitucional para tratar de imponer la re-re-reelección de S.E. en el año 2019.
Han sido desvergonzados al alegar que a S.E. se le está violando sus derechos humanos porque los ciudadanos y la oposición exigen respeto a la Constitución y al referéndum del 21 de febrero del año pasado. Hasta han ido a quejarse a la OEA, haciendo el ridículo, lo que es inaudito. ¿Qué derechos humanos se le viola a S.E.? ¿El que se le prohíba presentarse por cuarta vez consecutiva como candidato atropellando la Carta Magna? ¿Es él a quien se le debe tener lástima? ¿Quieren hacerlo mártir como cuando viajó por la gélida Europa invernal abrigado solamente con una chompa vieja? Eso es obscenidad y desaseo mental. Porque se requiere de una mente sucia para engañar y tomar el pelo a la gente tratando de convencerla de que lo mejor para el país es que S.E. se quede en el poder para siempre.
De estas acciones vituperables no está ausente S.E. porque su amor por el mando no tiene límites y como ha tenido un gobierno fácil, con dinero para despilfarrar, cree que gobernar es inaugurar obras de dudosa calidad todos los días y viajar en el Falcon de arriba a abajo. Eso y jugar su partido de fútbol donde le dejan meter goles, le ha provocado esa gazuza por quedarse en el Palacio al precio que sea. Sus acólitos han tenido que rebanarse los sesos para encontrar la fórmula destinada a burlar el voto ciudadano del 21-F y han ido por lo más seguro, es decir recurriendo a quienes les deben favores, como son los magistrados de la justicia boliviana.
Ojalá que el Tribunal Constitucional (TC) no caiga en la trampa masista. Un fallo del TC en España ha provocado una parte de la grave crisis de nacionalidad que ahora vemos en Cataluña. El TC aquí y en cualquier parte del mundo no tiene como atribuciones modificar el texto constitucional. Ese es un delito flagrante que los magistrados del tribunal van pagar con cárcel si les dan gusto a quienes los incitan. Es mejor que sus miembros lo sepan de antemano para no arrepentirse tarde.
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