Ante “El fin del poder”

El analista político venezolano Moisés Naim ha escrito el libro “El fin del poder”, cuyas repercusiones han remecido el pensamiento que hasta el presente se ha tenido sobre el tema, al punto que el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, ha recomendado su lectura.

José Miguel Silva en un comentario publicado por el diario El Comercio, de Lima-Perú, anota que “a través de once capítulos, el ex ministro de Fomento venezolano detalla, bajo su punto de vista y con ejemplos contundentes, cómo es que el poder -entendido como aquella capacidad para imponer o impedir las acciones actuales o futuras de las personas- se ha ido degradando con el paso de los años”.

En este orden, me parece que hay una precipitación. El poder siempre existió, desde el principio de los tiempos y seguirá vigente hasta el final de los días. Lo que puede haber son modulaciones en su aplicación y vigencia o una fatiga sobre su existencia. Empero, ello no implica que haya llegado a su epílogo.

De no haber poder, la humanidad se precipitaría en el desorden y la anarquía y estos extremos no pueden ser aceptables. Pues, el poder emerge como parte de la racionalidad, cuyas manifestaciones son precisamente el orden, la organización y el respeto recíproco. Sin estos principios sociales se resentiría todo concepto de sociedad y comunidad.

En la explicación de aquella “pérdida de poder”, Naim describe que “se basa en tres revoluciones: la revolución del más (hay más de todo), la revolución de la movilidad y la revolución de la mentalidad”.

Efectivamente, en el mundo actual existen estos factores, pero no son más que una manera de identificar ciertas formas de comportamiento y hasta de vida, pero ello no quiere decir que por ser tales se esté produciendo una “pérdida del poder”.

Por el contrario, para que tengan cierta subsistencia se originan precisamente en que su palanca realizadora es precisamente el poder, de lo contrario nada las podría administrar con las posibilidades de demostrar que está ejerciendo un determinado poder, pero no carece de éste.

Cada cierto tiempo emergen en los círculos intelectuales algunas propuestas o presunciones de realismo social, eso es natural y plausible, pero en caso alguno quiere decir que sean la última palabra.

Lo que no se puede discutir es que cierta gente, en especial alguna que ejerce el poder de gobernar, suscita resistencias, porque se están excediendo en el ejercicio del poder. Cuando existe esta circunstancia, efectivamente emerge en el sentir público el rechazo al ejercicio del poder, pero esto ocurre cuando se abusa o excede en su ejercicio.

El hecho de que un gobernante, elegido en las urnas, cumplido el período de su mandato, pretende continuar ejerciendo el poder, tiene dos explicaciones contrapuestas. La primera es que por voluntad propia quiera imponer su reelección, sin tomar el pulso sobre la voluntad de sus mandantes.

La segunda es cuando, sin pretender o proponerse por voluntad propia, ocurra que virtualmente se le exige que continúe en el ejercicio del poder, porque supo administrarlo con acierto y propiedad, al punto en que no se encuentra, por lo menos de momento, alguien que lo sustituya y, por tanto, se prefiera conscientemente que permanezca en el cargo por otra gestión más.