El proyecto de instalación de una fundición de hierro en Bolivia si no funciona con pies de plomo, está paralizado y tiene pocos visos de materializarse, pese a los anuncios del Ministerio de Minería y Metalurgia que, desde hace años, viene ofreciendo que ese sueño nacional será una realidad.
Primero fue el fracaso del contrato con la firma hindú Jindal Steel, que se retiró el país acusando al gobierno de incumplimiento de algunas condiciones contractuales y, ahora, el atraso de más de un año en el cumplimiento de una nueva negociación con la firma china Sinosteel, sin tener en cuenta una serie de negociaciones que se anuncia desde tiempos pretéritos para activar ese promisorio yacimiento mineralógico.
Pese a los rotundos ofrecimientos, la firma china Sinosteel da largas al asunto, dejando entrever que el proyecto del Mutún muestra pocas esperanzas de salir adelante y cumplir con los objetivos una y otra vez prometidos.
Ese proyecto comprometido con una firma china debía empezar a realizarse hace más de un año, pero el asunto no pasó de las palabras y, desde entonces, según analistas especializados, no se ha dado ni una “palada” en el cumplimiento de ese sueño y, en esa forma, está todavía en cero, de tal forma que esta añorada fundición tiene pocas esperanzas de operar ya que, por lo demás, requiere de una serie de largos pasos para empezar a instalarse y producir.
Es más, pareciera que el proyecto terminará limitándose a explotar hierro para la exportación de materia prima para fundiciones de países imperialistas, reanudándose la tradicional política económica comprendida en el neologismo “extractivismo” o saqueo de riquezas naturales, que caracteriza a la vida del país, tradicional política económica en vigencia.
Efectivamente, falta mucho (sino todo) por hacer y de cuatro recomendaciones, ninguna ha empezado a materializarse. En especial la instalación y funcionamiento de hornos de fundición es aún remota y la promesa de entregar al Estado una planta “funcionando y produciendo”, con mercados de consumo y procedimientos de comercialización, así como la obligación de capacitar a técnicos bolivianos que se harán cargo de del control y mantenimiento de la planta, etc., no han pasado de las buenas intenciones con que está empedrado el camino al infierno, como demostró un reciente libro titulado “Mutún - Crónicas de las vicisitudes de un anhelo nacional, la Siderurgia” del economista José Luis Urdininea Melgar.
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