Día de la Raza

Fue mi corresponsal en el Palacio Real de la plaza Murillo quien me dijo en el oído que su ídolo político, llamado Evo, fue consciente de que vivió en tierras pobladas por aborígenes, pues desde muy jovencito fue tentado por las delicias citadinas de Oruro y La Paz, donde desarrolló sus habilidades de “latapuku” o trompetista en una de las más prestigiosas bandas que alegran siempre las carnavalescas calles de la ciudad de Pagador.

De allí que mi discípula periodística me asegurase que hablar de la vida indígena en el campo no despierta en él ningún entusiasmo, pues esos años juveniles no le provocan recuerdos profundos que hubieran influido en su personalidad, lo cual me tienta a decir que nuestro mandatario vitalicio podría repetir alguna vez la frase de Oscar Wide que dice así… “El campo es un sitio horrible donde los pollos caminan crudos”. Mi colaboradora me comunicó en secreto que es muy difícil hablar con él, de vida campestre, con este ilustre ciudadano del mundo, que conoce a reyes, primeros ministros, presidentes y al mismo Papa Francisco, que ha nacido para gobernar, viajar y negociar hasta con Putin, siendo muy difícil pintarlo como protagonista del agro boliviano, a no ser por su cercanía con los pobladores del Chapare y la importancia de la producción de coca que podría llegar hasta el Tipnis.

Por todo lo dicho, mi comadre cochabambina me dijo muy discretamente que hablar acerca de Evo en un 12 de octubre, consagrado como el “Día de la Raza”, es un desafío para cualquier periodista, pues Evo es considerado el primer Presidente indígena, pese a que el personaje se aleja cada vez más de la Bolivia profunda de muchos indígenas.

Hablando de lo que es nuestra raza, cual manda la fecha, somos un pueblo mestizo producto de la unión de la raza originaria y los españoles que descubrieron y conquistaron este continente y consiguieron una amalgama cultural única, que llega a rozarse con los árabes, mientras que en el norte se forja otra unión de raíces anglosajonas y protestantes.

Al final de nuestra conversación con Macacha, quedamos convencidos de que el mestizaje -que fundió las culturas originarias con los íberos- es hoy la fortaleza de nuestra Bolivia actual, hoy tan salpicada con el folklore político, algo que se puede sentir todos los días, mientras luchamos, trabajamos y nos divertimos cumpliendo los mandatos de nuestra sangre criolla.