Toda sociedad humana está sometida a leyes generales y particulares. La sociedad boliviana no está excluida de esa particularidad y tiene establecidos, de acuerdo con su idiosincrasia, ese tipo de principios legítimos y legales.
Cuando un fenómeno social o físico se repite durante el tiempo, ese fenómeno se convierte en ley y las leyes se cumplen, a no ser que un acontecimiento extraordinario les ponga fin.
Una de esas leyes particulares de la sociedad boliviana es la que no permite la reelección indefinida del primer mandatario, ley que se forjó a través de la vida republicana y quedó establecida por voluntad del Soberano.
Alguien dijo que los hombres hacen su propia historia. Sin embargo, es necesario aclarar que no la hacen de acuerdo con su libre albedrío, bajo condiciones elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas ideas y costumbres heredadas del pasado, un pasado que domina el cerebro de los vivos y que adoptan en el lenguaje, la vestimenta y la conducta diaria.
Entonces repiten mecánicamente frases y hechos que hacen recordar que ciertos actos y personajes de la historia aparecen dos veces, afirmación a la que hay que agregar que mientras la primera vez se presentan como tragedia, en la segunda aparecen como comedia.
Si se adapta esa comparación a la historia contemporánea de Bolivia, se tiene la idea del retorno del inca y su repetición en el presente, o bien los casos del prorroguismo de la Junta Militar de 1951 o el de Víctor Paz Estenssoro en 1964 y el continuismo de Evo Morales.
En esas repeticiones, la resurrección de los muertos sirve para parodiar los nuevos hechos y no para glorificarlos; para retroceder en la realidad y no para exaltar la fantasía de la misión establecida. La pequeñez y no la grandeza.
Un caso de tragedia fue la anulación de las elecciones de 1951 (hecho conocido como “mamertazo”), a la que siguieron la dimisión del Presidente en manos del Ejército y enseguida que el Alto Mando designe, por Orden General, un Presidente de la República y su gabinete.
La anulación de esa decisión de la voluntad popular no se dejó esperar, no por la anulación misma sino por sus consecuencias. Entonces, el efecto de la anulación de la votación de 1951 (parecida a la obsesión para la anulación de la voluntad del Soberano que votó en las urnas el 21 de febrero de 2016) estalló el 9 de abril de 1952.
De ahí que los pujos continuistas actuales dejan ver que en Bolivia la historia no es primero una tragedia y después una comedia, sino que la tragedia se repite en una tragedia peor, lo que actualiza la siguiente sentencia: “los dioses ciegan a los hombres cuando quieren perderlos”.
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